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Ciclismo antiguo

Un monumento a Moncho Moliner

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Más de seis años de su pérdida, recuperamos este recuerdo a Moncho Moliner

Cuando yo nacía allá por 1979, un tal Mocho Moliner, ya era todo un referente del ciclismo en Castilla León, Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco… He oído y leído mil historias sobre este señor de aspecto serio y gran corpulencia, todos los jóvenes de la época querían correr en el equipo de Moncho. Un director que era muy recto, chaval que no realizaba bien una carrera o no cumplía órdenes, volvía a casa en bici o si estaban muy lejos se chupaba una buena kilometrada.

Cuántos chavales habrán pasado por el bar la farola en Valladolid, a dormir y a comer el filete de ternera a la plancha «vuelta y vuelta» y a pernoctar antes de una carrera. Como todos bien sabemos un amigo suyo Manolo Jiménez, le llevó a una carrera ciclista y Moncho quedó hipnotizado por el mundo del pedal, quedó tan prendado, que fue el primero en España en sacarse el carnet de director deportivo en 1971, por cierto aquella primera carrera ciclista que visitaba, la ganaba un crío de nombre, Javier Minguez.

Tuvo equipos como el Sava, que primero era de juveniles y después también de categoría aficionado. Después pasó a llamarse Mobilette, para luego en 1969 pasar a denominarse Volvo, donde militó, Jesús Suárez Cuevas o Alberto Fernández. En todas las carreras los ciclistas de Moncho siempre se colocaban en primera fila en la salida, la táctica era, «atacar de salida» siempre. En 1974 el equipo cambia de sponsor y pasa a llamarse Granier, donde corría un tal Angel Arroyo, entre otros.

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En 1975, Moncho se involucra del todo en el ciclismo y el equipo se convierte en Moliner, por donde pasan los mejores, Cabrero, Delgado, Cubino, Arroyo, López Carril, Ruiperez, Camarillo, Machin, Nistal, Rivas… Así un largo elenco de ciclistas, todos de gran calidad, ya que Moncho siempre quería a los mejores en su equipo.

También pasa por sus manos un chaval cántabro, Manolo Saiz, de que llegó a decir «qué malo era» así como años después le felicitaba por ser uno de los mejores directores del mundo. En 1977 crea el equipo Moliner de aficionados para poder dar continuidad a los juveniles con Javier Minguez de director y un jovencísimo José Luis López Cerron.

Difícil era el día que un Moliner no recogía un premio siempre estaban en los puestos de cabeza. En 1979 incluso llega a tener al Moliner-Vereco en profesionales. Luego después volvería a las categorías de juveniles con él A+DI, Gruas Bellver y aficionados con él Frinca, Cadalsa Sport, descubriendo talentos que luego más tarde darían grandes éxitos al ciclismo español. En marzo se fue un pedazo muy grande del ciclismo español, alguien que siempre ponía todo de su parte sin esperar nada a cambio, solo el respeto y buen trabajo de sus chicos, no tuve el honor de conocerte, una lastima, pero si el poder rendirte este pequeño homenaje con unas cuantas palabras, Moncho donde quiera que estés, GRACIAS Y HASTA SIEMPRE AMIGO!

Esto nos escribió David Martín, tiempo después del fallecimiento de Moncho Moliner hace más de seis años.

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SANTI BLANCO (Exciclista profesional y corredor de Moncho)

-Yo conocí a Moncho cuando yo corría en la escuela de ciclismo bejarana en categoría cadete. El venia con el mejor equipo que había en esa categoría en la comunidad.Al año siguiente paseé a correr en su equipo, un paso muy importante en el mundo del ciclismo. En primer lugar, pasé a tener un director deportivo, el cual en cada carrera nos decía como debíamos actuar, a correr como un equipo. Me enseñó moverme dentro de un pelotón, a esperar el momento donde se podía decidir la carrera. También pasé a correr las mejores carreras a nivel nacional. Allí por donde íbamos era una persona admirada y querida por todos dada su trayectoria. Al ciclista nunca le faltaba de nada, para él éramos siempre los primeros. Ese cariño que le procesamos la mayoría que pasamos por sus manos, se vio en una comida que hicimos en Valladolid y en el día de su funeral. Por ser como era y por lo que me enseño, sólo tengo palabras de agradecimiento hacia su persona y siempre estará con nosotros.

LALE CUBINO ( Exciclista profesional y corredor de Moncho)

-Los ciclistas castellanos le debemos mucho a Moncho. Moncho era una persona acomodada de Valladolid, soltero y sin hijos, sus hijos fuimos los ciclistas. Su devoción por nuestro deporte y su buena situación económica propiciaron que se convirtiera en el gran mecenas del ciclismo castellano. La táctica de Moncho siempre fue igual, atacar, atacar… No concebía el ciclismo de otra manera. El nos inculcó el ciclismo de ataque que siempre le gustó tanto. Fue un hombre valiente y por eso le apreciábamos tanto.

JAVIER MINGUEZ (Seleccionador nacional de ciclismo)

Ramón Chamorro Moliner, pero Moncho para todos, ha sido muy importante en la vida de muchas generaciones ciclistas, él empezó por casualidad con un amigo suyo que le llevó a ver una carrera allá por el año 64 y donde yo gané por primera vez. Aquello le gustó y se convirtió en su gran pasión, junto con los amigos del Club Valladolid Ciclista formaron el famoso equipo Sava, a nivel de Valladolid y el año 66 a nivel nacional. Por ahí pasaron infinidad de ciclistas y aquello dio vida a otros equipos y ayuda indispensable para muchos ciclistas de Castilla León. Luego formó su propio equipo Moliner-Vereco, del que fui director de aficionados los años 77 y 78 y con el que dimos el salto a profesionales, conmigo como director y José Luis López Cerron de corredor. Moncho ha sido un padre para los ciclistas y un amigo en general, y para mí en particular alguien con quien compartí parte de mi vida ciclista y al que le debo muchas cosas que él ha transmitido a todas las generaciones, luchar por ganar pero con respeto y educación algo que él había heredado de su familia.

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PEDRO DELGADO (Exciclista profesional y corredor de Moncho)

Hola Moncho, aunque te hayas empeñado en dejarnos, me temo que no lo conseguirás. Unos soñábamos con ganar la carrera y tú, con sacar un campeón. Está claro que lo conseguiste en muchos casos, pero en otros les permitiste pasar posiblemente la mejor época de su vida, regalándonos a todos momentos únicos. Con esa edad de los dieciséis a los dieciocho años, tan vulnerable, nos enseñaste a descubrir el mundo, a hacernos hombres y a sufrir para conseguir algo. Tu táctica «atacar de salida» me hizo coger más de una pájara. No conocí otra manera de correr como juvenil. Y para animar el cotarro esas canciones de cante jondo, María Dolores Pradera o Concha Piquer en los viajes que tantas polémicas provocaban frente a nuestros Pink Floyd y compañía. Te amenazabamos con un «así no vamos a ganar», pero nuestras cintas siempre volaban desde la ventana del coche a la cuneta. Gracias por todo Moncho y que te vaya bien!

MANOLO SAIZ (Manager del equipo Aldro Team y exdirector del equipo ONCE y corredor de Moncho)

Yo conocí a Moncho con dieciséis años en una Vuelta a Ampuero, aquí en Cantabria, él siempre venía con su equipo y los chavales y siempre hacían primero o segundo o metía cuatro o cinco corredores en el top ten. Todos queríamos correr con él. Yo tuve la suerte de estar bajo su mando un par de temporadas y aprender mucho, nos trasmitía una filosofía de padre, para mí era más que mi director, era mi amigo, un confidente, recuerdo incluso escribirle cartas personales. Anécdotas podria contar miles, unas simpáticas como los huevos crudos que se comía por la mañana antes del desayuno o aquel día que me llevó a la estación de tren, cuando iba a hacer las pruebas del INEF y me dijo que aprendiera todo lo que pudiera, por qué decía que yo era muy listo y tenía cabeza para el ciclismo, quizá lo decía por qué me podría considerar el patito feo del mundo del ciclismo por mi manera de actuar y revolucionar este deporte. Sin duda ninguna consideró a Moncho mi padre ciclistico, él me enseñó a perder el miedo y saber actuar. Nunca olvidare sus palabras siempre antes de salir a competir «atacar de salida» creo que todos los ciclistas que estuvimos con el, lo tenemos grabado a fuego, sinceramente, nunca te olvidare Ramón, hiciste mucho sacrificio por el ciclismo base llegando incluso a tener un equipo profesional, hoy día algo muy difícil, allá donde estés gracias, gracias y gracias por todo Moncho.

ANGEL ARROYO (Exciclista profesional y corredor de Moncho)

Yo con Moncho aprendí a ser ciclista y persona, él era nuestro padre. anécdotas podría escribir un libro. Pero hay una que aunque me entrara Alzheimer, seguro que no iba a olvidar en la vida. Fue el primer año que corría en Granier y fuimos a Salamanca a hacer la vuelta de los 33 y claro era una carrera llana. No hubo manera de llegar en solitario, que era lo que le gustaba el, llegamos en el pelotón y yo hice entre los primeros y estaba ilusionado y me dice con aquel vozarrón, «¡Estarás contento!». Yo le dije que cuál había entrado y me contestó: «Una patada que te pegue y te pongo en lo alto de aquella antena. Al próximo domingo te vas a quedar en casa por ir todo el día a cola de pelotón sin hacer nada». Así fue, la siguiente carrera me dejo en casa. Fue una lección que aprendí aquel día, nunca más volví a ir a cola de pelotón, siempre a «atacar de salida». Como persona parecía muy recio, pero luego muy humilde y siempre decía que «a mí chicos no les falte de nada». Muchas veces poniendo de su propio bolsillo, sin duda alguna un gran tipo que dio mucho por el ciclismo base, te echaremos de menos Moncho.

JOSE MANUEL CABRERO (Exciclista profesional y corredor de Moncho)

Hablar de Ramón Chamorro Moliner «Moncho”, es para todos los que a lo largo de su trayectoria como director de sus distintos equipos, hemos formado parte de esa familia ciclista, un gran honor. Todos hemos sentido la emoción y el protagonismo de estar entre los mejores y de su mano no pocos llegaron a la cima, siendo grandes en este bello y duro deporte como es el ciclismo. Pedro Delgado, Lale Cubino, Ángel Arroyo, Santi Blanco, por nombrar algunos…

Hablar de Moncho es retroceder en el tiempo, cuando en época de juvenil todo era esperanza, ilusión, motivación, cuando te comías el mundo y nada se oponía en nuestro camino. Moncho nos inculcaba disciplina, respeto y coraje, nos hizo ver lo que era el compañerismo, el trabajo en equipo y tantos valores de los que goza y a los que te obliga este deporte. Eso lo sentíamos todos y cada uno de los que de su mano procuramos y logramos una victoria en algún momento y todos recordamos frases legendarias y típicas suyas como, «atacar de salida» o «los buenos no pinchan»
Yo no grane el Tour, la Vuelta o el Giro, pero recordando a Moncho, sólo siento agradecimiento y orgullo por haber estado entre los grandes y poder decir, «yo estuve allí». Gracias Don Ramón Chamorro Moliner!!

JOSE MIGUEL ORTEGA (Presidente de prensa deportiva de Castilla y León)

Fue en una Vuelta a España de los años ochenta. Habíamos estado cenando unos cuantos colegas y salió Moncho Moliner como tema de conversación. A alguno se le ocurrió hacer un recuento de los corredores que tomaban parte en aquella edición y que, en sus etapas previas al profesionalismo, habían pasado por las manos del director vallisoletano.
Salían cerca de 40: Pedro Delgado, Lale Cubino, Jesús Suárez Cueva, Alberto Fernández, Ángel Camarillo, Isidro Juárez, Carlos Machín, Jesús Hernández Úbeda, Jesús Rodríguez, Ángel Arroyo, Eduardo Chozas, Faustino Rupérez, Guillermo de la Peña…

Ramón Chamorro Moliner, que nos dejó hace unas semanas, cuando iba a cumplir 80 años, le dio al ciclismo mucho más de lo que recibió. Número uno de la primera promoción de directores deportivos, Moncho vivió este deporte con pasión y con generosidad. Lo primero eran los corredores, por encima de otros intereses comerciales o personales.

Dirigió durante casi tres décadas a los mejores cadetes, juveniles y aficionados del país, a figuras que fueron referente mundial cuando pasaron a profesionales. Pero por encima de otras valoraciones, todos ellos coinciden en algo que demuestra que la huella de Moncho ha ido mucho más allá del deporte. “Fue como un padre”, “No sé que hubiera hecho yo en la vida si no hubiese conocido a Moncho”, “Nos enseñó a ser personas antes que ciclistas”…
Muchos de sus antiguos corredores estuvieron presentes en el sepelio y esas valoraciones eran el común denominador en la reunión que mantuvimos después, y a la que también asistieron otros alumnos suyos, que han brillado más como directores, Javier Mínguez y Manolo Sáiz. Incluso Julio Jiménez, el mítico relojero de Ávila, también formó parte de aquella familia deportiva de Moncho Moliner, el día triste de su adiós definitivo.

Personalmente, yo perdí a un amigo especial, con quien me unían cuarenta años de estrecha relación, siempre con el ciclismo como telón de fondo. Durante todo ese tiempo, Moncho Moliner ha estado yendo a comer a mi casa todos los jueves, y cuando ya no podía hacerlo por sus limitaciones, era yo quien le visitaba en la residencia donde vivió sus tres últimos años de vida. Siempre se ha dicho que Moliner se fue del ciclismo desencantado, pero durante esta última parte de su vida, el ciclismo era el tema recurrente de nuestras conversaciones, y se le iluminaba la mirada cuando hablábamos de alguno de sus chicos, como le gustaba seguir llamándoles.

El día que recibió sepultura en el cementerio de Valladolid, muchos de ellos estaban allí, formando parte de su familia. De su auténtica familia.

Imagen tomada de http://masters.abloque.com

 

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Ciclismo antiguo

París-Niza 1989, el primer gran Indurain

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Con esa victoria en la París-Niza, Miguel Indurain se postulaba en los escenarios grandes

En el baúl del recuerdo, mirándolo ahora, y gracias a la invitación de los amigos de Pedal Vintage, uno se percata del valor que tuvo aquella París-Niza de 1989 para Miguel Indurain.

El mocetón ya había dado algunas claves de su clase, un crecimiento contenido bajo las recomendaciones de reputados médicos que hablaban del portento que estaban cultivando en el inolvidable Reynolds.

El año anterior, 1988, había formado parte del equipo que acompañó a Perico en su Tour, con ese famoso capítulo del Peyresourde en el que empezó a descolgar a gente y casi se quedó solo.

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A las pocas semanas ganaría la primera de sus tres Voltas.

Pero el año 1989 fue otra cosa, fue pisar suelo francés y seguir su idilio con el país vecino, donde ya había triunfado en un Tour de la CEE, lo que hoy sería el Avenir.

En esa París-Niza, Miguel Indurain anticiparía cosas que habrían de pasar durante los años venideros.

El inicio en París, lo ganó el prologuista por excelencia, Thierry Marie, pero con Indurain ceca, a cinco décimas de segundo, y por delante de los dos grandes favoritos, Laurent Fignon y Stephen Roche.

El navarro ya había puesto el pie en la carrera y de ahí nadie le apartaría, ni siquiera una mala crono por equipos de 58 kilómetros en medio de una carrera de una semana de duración.

Aquel era otro ciclismo.

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Pese a la mala crono por equipos, y eso que Reynolds iba con Gorospe y Mauri, entre otros, Indurain utilizó un par de jornadas consecutivas para de remontarle el minuto veinte que el joven Laurent Bezault, el «nuevo Jeff Bernard» le llamaron, le había tomado al final de aquel test colectivo.

Fueron dos movimientos tan significativos como premonitorios.

En el Mont Faron, Indurain se pone en cabeza del grupo de los grandes desde el inicio, y hace de la preciosa subida a orillas del Mediterráneo el primer gran filtro de la carrera.

Uno a uno, un goteo sin fin tras la estela del ciclista del Reynolds que le sacó los colores hasta el mismo Stephen Roche, el gran favorito, toda vez que Laurent Fignon se había retirado (ganaría en San Remo a los pocos días.

Al día siguiente, una jornada de media montaña hace el resto. a poco de coronar el Col de Vignon, el vigente ganador del Tour, Pedro Delgado hace destrozo en el pelotón y lanza a su compañero cuesta abajo.

Miguel Indurain cogería al fugado, su futuro compañero en Banesto, Gerard Rué, y entre ambos disparan la diferencia hasta más allá del minuto.

Con el navarro de líder, sólo quedaba defender la renta en el Col d´Eze ante el «hiperespecialista» Stephen Roche quien se queda a 13 segundos de la gesta.

Sin saberlo, había perdido el irlandés ante el inminente monstruo del ciclismo, un poderío latente que en ese 1989 despertó del todo, incluso en el Tour, en un lugar llamado Cauterets.

Imagen: @crstobalcabezas

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Ciclismo antiguo

Briançon, Lieja & Valkenburg, las 3 esquinas del ciclismo

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Grandes vueltas, monumentos, ciclocross… esto ocurre en Lieja, Briançon y Valkenburg

Hay lugares en el bello globo bendecidos por la naturaleza, la belleza o el azar. En ciclismo hay tres en concreto que beben de su ubicación y extraordinaria tradición. Supongo que podréis añadir alguno más, pero a mi se me ocurren estos tres: Lieja, Briançon y Valkenburg.

La primera la conocéis de sobra, es noticia una vez al año, fijo, cuando no más.

Es la cuna de la decana, la Lieja-Bastogne-Lieja porque era el trayecto que encajaba para que los periodistas fueran y vinieran en tren el día de carrera, siguiendo al pelotón.

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Por Lieja además pasa el Tour de forma recurrente, si no es directamente, en tránsito

Por Lieja discurrió incluso una edición de la Vuelta a España y en Lieja se han jugado varios campeonatos del mundo.

Incluso Lieja ha albergado el mundial, recuerdo uno en tiempos de Mariano Cañardo cuando los italianos monopolizaban la contienda.

Luego está Briançon, ahí en el valle, encajada entre Izoard y Galibier, en medio de un océano de cimas con nieves perpetuas, en una encrucijada, cerca de Italia, de Sestriere, la puerta al valle de Aosta.

Briançon y su ciudadela han visto el mismo año el Giro y a las pocas semanas el Tour de Francia 

Si no es final de etapa, es ciudad de paso. En el olimpo de los lugares ciclistas, está tocada.

Ciudades bendecidas por el ciclismo: Lieja, Briançon y… Valkenburg.

Aunque si queréis que os seamos sinceros, lo de Valkenburg es rizar el rizo.

Encajada en el Limburgo, la ceja de las Árdenas donde los Países Bajos dejan de ser bajos.

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En el corazón de la vieja europa la ciudad neerlandesa es al ciclismo lo que Old Trafford al fútbol, la catedral del circo de las dos ruedas, un idilio del lugar, de la gente y el paisaje con la bicicleta.

Valkenburg tiene por descontado el ciclismo anualmente siendo ciudad de paso, mil veces, y meta de la Amstel Gold Race, la fiesta nacional neerlandesa de la bicicleta y el ciclismo.

Valkenburg ha puesto en el mapa un enclave como el Cauberg, la violenta subida en la que Philippe Gilbert hace estragos, habiendo ganando varias veces la Amstel Gold Race y siendo, incluso, campeón del mundo.

La ciudad del Valkenburg, modesta en dimensiones y población ha sido sede de los Campeonatos del Mundo de ciclismo en carretera cinco veces. Nada más y nada menos.

Cinco mundiales de ciclismo han acontecido en Valkenburg

Viajamos a 1938 y conocemos a marcel Kint, alemán, que se convierte en campeón mundial.

Diez años después, y tres ediciones más allá, por el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial, Valkenburg corona a Alberico Schotte, el belga que sacó petróleo de la increíble rivalidad de Bartali y Coppi, anulados en un marcaje imposible.

Año 1979. Jan Raas, el especialista en la Amstel, saca oro de Valnkenburg que bate al sprint a Thurau y Bernaudeau.

Ya en el 98, Oskar Camenzind, suizo de Mapei, se corona campeón el día que todos miraban a Michele Bartoli bajo el diluvio de septiembre limbugués.

El Tour tambièn ha aterrizado por Valkenburg, dos veces además. Ganaron Giles Delion, prometedor francés, en 1992, y Matthias Kessler, alemán de final infeliz, en 2006.

Pues bien, con este bagaje, con una infinidad de carreras, pruebas y eventos relacionados con las dos ruedas, el Campeonato del Mundo de ciclocross aterrizó hace cinco años en Valkenburg.

Imagen: G.Demouveaux

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Ciclismo antiguo

1994: La Flecha Valona que cambió el ciclismo

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Nada fue igual tras la Flecha Valona de 1994 y los azules haciendo pleno

La primera parte de los noventa se tiene como la época más oscura de la historia del ciclismo y muchos toman la Flecha Valona de 1994 como el cénit.

No son pocos los testimonios que hablan de un ciclismo psicodélico, de corredores que no corrían, volaban, de cosas raras, de podencos hechos caballos de carreras,…

Testimonios no faltan.

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Dos son elocuentes. Greg Lemond justifica parte de su declive por las dos velocidades de aquel ciclismo, un salto de rendimiento que apuntaba una sustancia cuyas siglas eran EPO. David Millar habla en su libro de sus primeras carreras como algo inalcanzable, no había ni roto a sudar que el pelotón ya les había dejado de rueda.

#DiaD 20 de abril de 1994

En el año 94, la Vuelta a España seguía disputándose en abril.

En la antesala de la misma estaba el tríptico de las Ardenas, pero en orden diferente al actual. Una semana después de Roubaix, se corría la Lieja, luego la Flecha Valona y finalmente la Amstel, posteriormente vendría la Vuelta que en esa ocasión dominaría a placer Tony Rominger.

La Flecha Valona se presentaba como la reválida para Eugeny Berzin. El ruso de rubia cabellera había ganado en Lieja días antes y era la punta de lanza del potente Gewiss. Por nombres el equipo celeste copaba las apuestas, sin embargo, los italianos no querían ganar, querían sencillamente coparlo todo.

En el llano que precedía el muro de Huy, Berzin, que iba insultantemente fácil, tomaba unos metros sin que nadie osara seguirle, salvo sus dos compañeros Moreno Argentin y Giorgio Furlan. En la cima de Huy Argentin culminaba la masacre, siendo primero por delante de sus dos colegas.

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Ellos ruedan y nosotros nos quedamos. Hacen que ir en bici parezca sencillo, no necesitan ni preparar estrategia alguna” dijo Gérard Rué, el gregario de Miguel Indurain, preso de la incredulidad.

Los peores temores que circulaban por el pelotón se hacían realidad y las sospechas no tardaron en plasmarse cuando al día siguiente en una conversación entre Michele Ferrari y varios periodistas, en una pedanía de Lieja, el galeno afirmaba sin pudor:

Si yo soy ciclista y sé que hay una sustancia que mejora el rendimiento y otros la usan, yo también la utilizaría. La EPO no es mala, sólo lo es si abusas de ella, como si te atiborras de zumo de naranja”.

En efecto, el ciclismo de dos velocidades ya era un secreto publicado y público, la caja de pandora se había abierto, estallaría en pocos años…

Imagen: Cronoescalada

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Amstel Gold Race by Jan Raas

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Nadie dominó la Amstel Gold Race como Jan Raas

Jan Raas fue una de las esas buenas figuras que tuvo el ciclismo a finales de los setenta y principios de la siguiente, que hizo de la Amstel Gold Race su feudo, se la llamó «Amstel Gold Raas».

Nacido en 1952, fue posiblemente el primer ciclista con pinta de intelectual.

Todo un espejo donde se miró el maître Fignon.

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Fue posiblemente el gran valedor de esa megaestructura neerlandesa llamada Ti Raleigh comandada por Peter Post.A Raas la victoria le gustaba más que a un tonto un lápiz 

Era perrete, parecía italiano más que ciudadano del respetable reino neerlandés.

Gustaba, además, de tomar el pelo a los rivales.

Su último gran triunfo fue en el Tour de 1984, una etapa donde puteó con tino al visceral Marc Madiot, hasta que le rebañó la victoria toda vez que le había asegurado que no estaba para dar relevos.

Sin embargo tuvo gestos encomiables, como cuando renunció al amarillo en un prólogo muy condicionado por la furiosa lluvia.

Eso sí, al día siguiente se empleó a fondo para vestirlo en buena lid.

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Éste era Jan Raas

Integraron con él el Ti Raleigh, Gerrie Knetemann, Henk Lubberding y un ciclista de apellido impronunciable, Bert Oosterbosch, quien posiblemente alimente parte del exorcismo presente que mantienen en Países Bajos frente al dopaje.
El de Eindhoven pudo ser por edad y ciclo competitivo uno de los pioneros en el uso de EPO.
Hay opiniones encontradas, pero lo que es constatable es que fue encontrado muerto por paro cardiaco a la edad de 42 años.
Con el tiempo Raas sería mentor de otro gran equipo holandés, la Buckler, ese bloque de los noventa compuesto por tremendos gigantones, el origen del actual Jumbo.

En 1977 Jan Raas ganó su primera Amstel, poco después de hacerlo en San Remo

Abrió por entonces el mejor periodo jamás logrado a título individual en la fiesta ciclista nacional y holandesa.
En sus orígenes, la Amstel debió partir de Amsterdam para acabar en la zona del Limburgo, lo que viene a ser la única montaña del plano estado bañado por el mar del Norte.
Las primeras salidas se tuvieron que ir finalmente a Breda, donde la rendición.
Mucho más joven que sus coetáneas valonas, la Amstel nació en 1967 si bien antes su creador, Herman Krott, logró que la empresa cervecera patrocinara un equipo amateur.
La Amstel surgió en cierto modo como culminación a los muchos critériums que poblaban el calendario nacional.
Eran muchos pero casi sin entidad.
Los Países Bajos que tan buenísimos ciclistas tenían necesitaban un acontecimiento de primer orden.
Si Limburgo es su hábitat, el Cauberg, su faro.
Raas tiene aquí su lugar fetiche, pues al margen de ser campeón del mundo, encadenó cuatro éxitos aunque alguno embarrado en la polémica como en un raro transitar de los coches de carrera que le acabó por beneficiar frente a Francesco Moser en 1979.
El ciclo de Raas lo interrumpió Bernard Hinault, cuando lo relegó a la quinta plaza una vez batió a De Vlaeminck.
Al siguiente Raas volvería a ganar.
Cinco veces campeón, el fenomenal ciclista tulipán es destacadísimo recordman de esta carrera pues lejos se ubican Knetemann, Merckx y Jaermann, dos veces ganadores, y Gilbert, con triple corona cervecera

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