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Ciclismo antiguo

Permitidme que os hable de la presentación de mi libro

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El de ayer no fue un día más en mi atribulada vida. El de ayer fue un día realmente emotivo. Tuve ocasión de hacer la puesta de largo de mi primer libro en solitario en un escenario del simbolismo y el sentimiento del Camp Nou. Aunque “Mariano Cañardo, el primer campeón” fue sacado a la venta hace algún tiempo, la aspiración de darle algo más a esta obra, que como todas las de su estilo nace con unas modestísimas miras, hizo que esperáramos a que los astros se alienaran a nuestro favor para poder presentarlo bien.

Y podemos decir que lo hemos logrado. En el marco del Fútbol Club Barcelona, con la implicación de muchos actores y la buena disposición de incondicionales amigos, nuestra primera criatura y su gran protagonista, Mariano Cañardo, tuvieron su merecido reconocimiento.

No sé exactamente cuántos fuimos en el auditorio blaugrana, estimo que entre trescientas y cuatrocientas personas, y no sólo del mundo del ciclismo, nos acompañaron en este emotivo momento. Un servidor tuvo que lidiar con un parlamento ante tan numeroso auditorio y sinceramente me gustó mucho la experiencia. Al final es como recoger lo sembrado tantos años.

Kern Pharma

Me disculparéis que el post de hoy se centré en el libro que saqué junto a un crack llamado Bernat López, pero la ocasión se merece. Sólo dar las gracias a quienes nos acompañaron en cuerpo presente y desde las redes, que hubieron unos cuantos y esperar que podáis disfrutar el libro tanto como yo escribiéndolo. Sacando adelante proyectos como estos podemos garantizar que en el futuro habrá otros.

Y ahora quiero compartir, para quienes no estuvisteis el texto que pude leer ante los asistentes. El objetivo del mismo era desentrañar qué  pretende contar “El primer campeón, que no aleccionar, sobre un personaje enorme en un contexto tan complicado que la sola opción de montar en bicicleta suponía una hazaña. Sin más preámbulo os dejo con el texto en cuestión.

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Algunos os preguntaréis quién fue Mariano Cañardo. 

Fue un ciclista que ejerció su noble oficio durante casi veinte años. Ganó mucho e importante. Sus victorias se cuentan por siete Voltas a Catalunya, la carrera más importare del momento, vueltas al País Vasco, a Cantabria, a Levante, a Marruecos. Sumadle Campeonatos de España, de todas las modalidades, carreras de pista, el Circuito del Norte, carreras largas, cortas, duras, muy duras, salvajemente duras,… 

Fue además top ten varias veces en el Mundial de fondo e incluso ganó una etapa en el Tour y alguna en las primeras Vueltas a España de la historia, una carrera que nació en su primavera como ciclista. 

Pero la dimensión de Mariano Cañardo va más allá, y si me permitís, me gustaría irme al principio de este retrato. Me gustaría irme a principios del siglo XX. Cañardo nació en 1906. El mundo estaba en permanente cambio. Tecnología, religión, nacionalismos…. tanta confusión degeneró en la  primera guerra mundial.

En España había un pesimismo crónico reposando por doquier. La pérdida de las colonias en el Caribe y las revueltas sociales de esas clases que eran mandadas a combates sin retorno por mantener el esplendor colonial marcaban el pulso. 

Mariano Cañardo nació en Olite, en la Navarra media, a orillas del Cidados, ese río que nos da seña de la actividad principal del lugar: la huerta. Perdió pronto a su padre y se fue a Jaca, un lugar donde aprendió lo básico por aquel entonces y grabó en su mente una palabra: hambre. Esta palabra, como veremos, le acompañará mucho. 

Mientras Europa se desangraba en la gran guerra con muchas pistolas venidas, curiosamente, de Eibar. Finalizada la contienda, se humilla a la nación alemana y se pone la simiente para la siguiente guerra. Por medio Cañardo se va a Barcelona donde se le abre literalmente el mundo. 

Sin embargo Barcelona en esa época no era una ciudad fácil. Tensiones, asesinatos y al final la dictadura, blanca, pero dictadura de Primo de Rivera. Cañardo ensayó a ser carpintero en las naves de Sant Andreu, pero la bicicleta le tentó. Salió un día e iba bien, salió otro e iba mejor. Supo de grandes pioneros como Jaume Janer, el primer catalán en acabar el Tour, y Mucio Miguel. Ambos fueron sus faros en esos años de aprendizaje. 

Unos años que fueron pocos, porque en su primera Volta hizo tercero y saltó la banca. La mejor carrera del momento en manos de un ciclista de tercera categoría. A Mariano Cañardo el gusanillo de la bicicleta le picó fuerte y ya no paró. 

No se quedó en las rencillas domesticas ni con métodos de la prehistoria, se empapó de lo que había más allá de los Pirineos, el francés Victor Fontan le habló de lo que ellos llaman “le métier”, que no es otra cosa que el oficio. Además Cañardo devoró el libro de un tal Henri Desgrange, creador nada menos que del Tour de Francia. En ese libro descubrió el ciclismo de verdad.  

Y es entonces cuando Mariano Cañardo pasa a ser un pionero. Pionero por ser el primero en meter cuestiones científicas en su entrenamiento, pionero por establecer tácticas en carrera, pionero por ser el primer profesional de la bicicleta remunerado a tiempo completo

Pero no sólo eso, Mariano Cañardo es un pionero del deporte en general porque podemos decir que fue uno de los primeros deportistas de masas. Era seguido, y no exageramos, hasta la exasperación. Sus victorias, sus derrotas, sus triunfos menos nítidos,… todo tenía que ser cuestionado y analizado.

Cada palabra suya levantaba multitudes. Si se anunciaba su concurso en una carrera en Montjuïc, cien mil personas se arremolinaban en la montaña emblema. 

Incluso a veces, cuando era llamado al campo del Barça a  hacer el  saque de honor, si la victoria no había sido clara, era objeto de pitidos y reproches por parte del respetable. Mariano Cañardo fue en esa época un símbolo, al nivel de los Pepe Samitier y Ricardo Zamora, con quienes alternó no pocas veces. 

Cañardo corrió en un ciclismo que estaba inventándose, de hecho él lo inventó en parte, como la pléyade de personajes que correteaban entre grandes eventos en esas fechas: Narciso Masferrer, Joaquim Rubio –el gran preparador de Miquel Poblet-, Joan Baptista Soler y  Santiago Jaumandreu,

Todos estos fueron hombres contemporáneos a Cañardo que bien podrían haber inventado la Florencia renacentista, pues no había cosa que no supieran hacer. De esa generación salieron cosas que aún hoy perduran, como el propio diario El Mundo Deportivo. 

El loco momento que le vio correr provocó chocantes escenas, como tomar la salida del Giro en plena plaza del Duomo milanés vistiendo los colores de la recién instaurada República Española, Sí aquellos colores pulularon por la Italia de Mussolini en las espaldas de Cañardo, entre otros. 

En la carretera, Mariano se midió en clave local e internacional. Quienes le sufrieron en España dieron siempre cuenta de la rabia de su pedaleada, como si no fuera una persona sola quien apretaba con violencia aquellos hierros que tenía por bicicleta. Y es que en esos momentos de extrema necesidad, el hambre pedaleaba también con Mariano porque el ciclismo fue refugio de muchos que pasaron hambre hasta las trancas.

Igual que Luis Ocaña, igual que Federico Martín Bahamontes, igual que Julián Berrendero. Dijo un director una vez “aquel ciclismo se corría con el hígado en las manos”. Cuánta razón tenía. 

Aquel ciclismo se corría a cara de perro entre varios nombres: los hermanos Montero, Ezquerra, Trueba y su más feroz rival Julián Berrendero. No era raro acabar resolviendo las carreras con las manos tras las mismas, reyertas que no impedían que todos fueran a una cuando competían juntos en el Tour. A nivel internacional se las vio con el joven Gino Bartali, con Nicolas Frantz, André Leducq, Antoine Magne, a quien le ganó una memorable Vuelta al País Vasco. 

Pero volviendo las circunstancias que le rodearon, éstas no le ayudaron casi nunca. El crack del 29 y la terrible crisis que le siguió le dejaron con un calendario diezmado. Tuvo su plenitud ciclista en tiempos previos y durante la Guerra Civil, cuando se instaló de fijo en Amelie y veía pasar miles de refugiados españoles huyendo de su país. Luego cuando pudo sacar partido de lo aprendido, llegó la segunda Guerra Mundial y ni siquiera pudo salir de España a competir.  

El otro día un lector del libro me dijo “estas personas fueron auténticos héroes”. Creo que la dimensión de héroe la tenemos tan manoseada que no hace justicia a lo que vivieron aquellos ciclistas. Salían por la noche, noche cerrada, a las dos o tres de la mañana. A veces cruzando las costas del Garraf intuían la carretera por la luz de una tormenta que luego les descargaba un mar sobre sus cabezas. Fueron ciclistas endurecidos hasta un punto que no podemos imaginarlo. 

Permitidme una última anécdota: Nos situamos en la Volta a Catalunya de 1941. Estamos en Vic. Mariano Cañardo es una leyenda que apura sus últimos días de competición. Descartado para la general, se estrella a la entrada de la ciudad. Se abre literalmente la cabeza. Le meten en una especie de ambulatorio y medio vendado, con hilillos de sangre rezumando por el rostro, retoma la marcha. “Quiero ayudar a Sancho” decía compulsivamente. Antonio Andrés Sancho era su compañero en el equipo del Barça y además líder de la carrera. 

En esos tiempos un duelo Barça-Espanyol lo era todo, más cuando no había extranjeros que tomaran parte pues en sus países se estaba produciendo una guerra mundial. Además esos días equipo blanquiazul era muy potente, más incluso que el blaugrana, con Berrendero, Ezquerra y Trueba al frente. 

Pero Cañardo se vació por Sancho como si la victoria fuera para sí. Lo había ganado todo, un terrible mareo le sacudía su sanguinolenta cabeza, pero no reparó en ayudar a su compañero y llevar al Barça al podio de su querida Volta.  

No obstante tuvo un último requiebro del destino, la fecha de su muerte, el mismo día que ETA atentó en Hipercor, una noticia terrible que silenció en los medios la pérdida del primer campeón. 

Éste fue Mariano Cañardo y ésta la época que le tocó vivir. Cuando os venga un mal día, un mal momento, pensad que él lo tuvo mucho peor. 

Foto tomada del Facebook de Carles Font, tan runner como el que firma esto

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5 Comentarios

5 Comments

  1. Carolina

    3 de febrero, 2015 En 13:41

    Bonito resumen de tu libro el que tienes en tu exposición. Como lectora aficionada al ciclismo me ha gustado conocer al CICLISTA Mariano Cañardo.
    De nuevo, mi más sincera enhorabuena.

  2. Jose Mª Perez Jarne

    10 de febrero, 2015 En 9:19

    ¿nos puedes hablar de el primer corredor español que participo en el tour de Francia ? ( Jose Mª Javierre Rapun, nacido en Jaca ) y que corrio los tours de 1909 (17º, clasificado) y 1910,( 24º clasificado ) Vicente Blanco

    (el cojo de Bilbao) corrio en 1910, con todo el respeto que me merece, no termino la primera etapa, pero bueno eso es harina de otro costal,,cuando se escribe hay que documentarse,

    • Iván

      10 de febrero, 2015 En 12:37

      Ruego disculpes, no acabo de entender qué quieres decir.
      Conozco estos ciclistas, he leído sobre ellos y me gustará escribir un día, en todo caso cuando hablamos de Cañardo, nunca hemos dicho que sea el primer español en correr el Tour. Si esa es tu percepción no es la correcta

  3. Jose Mª Perez Jarne

    10 de febrero, 2015 En 15:24

    por supuesto que no me refiero a Mariano Cañardo,,como bien has podido entender me refiero a Jose Mª Javierre como primer corredor español que participo en el tour de francia, en 1909, y tambien corrio en 1910, mientras que tu citas a Vicente Blanco, en las paginas 41 y 80 como primer español participante en el mismo, por eso te digo que hay que documentarse,,ademas casi estoy seguro que lo sabes, o, deberias saberlo, despues de once años que hace que se viene publicando en todos los medios afines al ciclismo, y mas siendo especialista en todas las modalidades de ciclismo (como pones en tu libro) habiendo escrito en meta 2mil,,ciclismo en ruta,,ciclismo a fondo,, radio marca,,guiones televisivos,,enciclopedia del s´port catala y otros medios, ademas de ser jefe de prensa de la federacion catalana de ciclismo, simplemente creo que desconocer este dato crea muchas dudas al respecto, salvo que lo omitas por no se que intereses intereses, o no ser el mismo que hace unos cuatro años en meta 2mil, decia lo mismo,, desconociendo lo que todo el mundo ya sabe,,, que el primer español en correr el tour fué JOSE Mª JAVIERRE RAPUN
    nacido en JACA

    • Joan Seguidor

      10 de febrero, 2015 En 15:59

      José María, ahora sí caigo
      tienes toda la razón. Es un error mío y se corregirá en la revisión del libro. Ruego disculpes y se corregirá. Obviamente no este error no responde un interés.

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Ciclismo antiguo

Milán-San Remo: finales que perduran

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Milán-San Remo Kwiatkowski Sagan JoanSeguidor

El catálogo de desenlaces Milán-San Remo perfila la trascendencia dela cita

¿Cuánto hace que no vemos un sprint en los desenlaces de la Milán-San Remo?

Exactamente desde 2016, desde Arnaud Démare.

Recuerdo esos años, cuando nos preguntábamos, quién rompe San Remo y casi siempre el sprint se imponía.

Kern Pharma

Peter Sagan, Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski anticiparon los desenlaces precipitados de la Milán- San Remo y desde entonces cada año es una fiesta.

Acontece un par de veces por temporada, dos de esos momentos que ves venir, que anticipas con la seguridad que te van a dejar seco en el sofá: los desenlaces de la Milán-San Remo y el Mundial de ciclismo.

Si en la pugna por el arcoíris suele suceder en las dos vueltas finales -a no ser que tercie un Remco-, en la la primavera acontece en la subida y bajada Poggio.

Una suerte de carrusel de emociones en la que cada gesto, cada trazada y la suerte juegan un papel total para entrar en la historia.

En este magno escenario, han ganado grandes nombres, pero también otros notables ciclistas que tienen en San Remo su mejor logro y que ,en cierto modo, les hace justifica ante la ausencia de fortuna en otros teatros.

En los tiempos recientes recuerdo la victoria de un tipo brillante pero con escaso palmarés como Jasper Stuyven, o los inesperados éxitos de Matt Goos o Gerald Ciolek, hace diez años justo, cuando la lluvia y la nieve obligaron a recortar el tramo central de la carrera.

Es cierto que durante muchos años hemos tenido desenlaces al sprint en Milán-San Remo.

Los años de Zabel, de Freire, incluso los de velocistas como Cipollini o Cavendish, algunas ediciones tuvieron sus cocos en el Poggio pero no lograron romper.

Y es que la clave está ahí, en romper en el Poggio, si no para arriba, para abajo, una tachuela en cualquier carrera que pesa tras casi 290 kilómetros de carrera.

La entrada en las curvas, frenando para no salir despedido, es la mejor imagen de la dureza real del Poggio en cuanto pendiente, otra cosa es la velocidad a la que van las balas.

En todo caso, los años recientes nos han traído ediciones memorables que entran en colisión con eso que muchas veces he leído sobre qué era mejor, ¿la Strade o San Remo? cuando yo creo que no son cosas comparables.

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No me voy muy lejos en el tiempo para marcaros tres desenlaces top de la Milán-San Remo, tres además que son diferentes entre ellos.

En 2014 la  victoria fue para el noruego de casco torcido, Alexander Kristoff

Entonces en el Katusha, el nórdico sabía muy bien que todo lo que no fuera llegar al sprint le iba a complicar la carrera.

Sabedor de las que se lían en el Poggio, él dejó hacer, Nibali fue el intento más brillante, pero sin éxito.

Luego del descenso, ya con la meta en el horizonte, Kristoff adelantó plazas y puso a un ciclista hoy controvertido como Luca Paolini a controlar con tal maestría el grupo que el noruego, hoy en el Uno X, se vio obligado a imponerse con esa fuerza bruta que le caracteriza.

Cuatro años después, hubo quien rompió el grupo en el Poggio y ganó en San Remo

Si en la edición de Kristoff, Nibali se había quedado con las ganas, esta vez no le pasó factura el gran grupo.

Atacó en el momento exacto en el Poggio para coronar con lo justo y descender hasta la Via Roma con tiempo para celebrarlo con Caleb Ewan maldiciendo su suerte.

Y vamos a por la última que quiero reseñar, la de 2017 y el sprint increíble, con roce incluido, entre Peter Sagan, Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski, un ciclista mayúsculo en estos escenarios, ganador en San Remo tras soldarse a Sagan en el Poggio, cuajar un descenso impecable y la rúbrica en la volata final.

Como veis tres momentos, tres desenlaces diferentes pero todos poniendo en común que la Milán-San Remo es eso, una carrera mágica.

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La semana fantástica de Claudio Chiapucci acabó en la Milán-San Remo

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Chiapucci demostró que se puede ganar Milán-San Remo atacando de lejos

Veamos quién era ese Claudio Chiapucci de 1991 en la Milán-San Remo.

Recordar que era el el año posterior a su explosión en el Tour, todos le atribuían su segunda plaza fruto de la escapada bidón del primer día, aquella de Futuroscope.

Casualidad o no, el de Uboldo aguantó hasta muy al final y a Lemond le fue de 24 horas para acabar remontándole antes de llegar a París.

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Esa primavera del 91, todos miraban con curiosidad a Claudio Chiapucci, aunque el suyo no era un nombre que sonara en la salida de la Milán-San Remo.

Aquella tarde de sábado en marzo puso colofón a la 82 edición de la Milán-San Remo, «la más fácil y la más difícil» como me ha dicho muchas veces Eduardo Chozas.

Fácil porque se va mil y el terreno no es quebrado.

Difícil porque hay mil momentos clave y pasa todo tan rápido que acaba ganando siempre el más listo.

Sin embargo la San Remo que gana Claudio Chiapucci pasaría no sólo por la inteligencia en carrera, que también, y sí por un monumento a la fe y el esfuerzo plasmados en una escapada hoy impensable.

Bajo una pertinaz lluvia que en marzo, entre Lombardía y Liguria es heladora, Chiapucci manda a Bontempi arriesgar en la bajada del ¡¡¡Turcchino!!!!.

El descenso que hace el veloz Guido hace estragos y, cuando el pelón enfila la carretera de la costa, ya con San Remo muy al final, la carrera va partida: por delante circula Chiapucci y con él otros perros del calado de Van der Poel padre, es decir Adrie, Lejarreta, Mottet y Sorensen.

Poco después entran elementos tan importantes como Nidjam y Marie, el gran prologuista francés.

Empieza ahí la trituradora de carne, un ritmo endiablado en cabeza que, combinado con el desconcierto de atrás, abre un hueco de cuatro minutos que en ningún momento presagian que esa escapada podía ser la buena.

Pero iba camino de serlo.

En el Capo Mele, Chiapucci impone marcheta y saca de la quiniela de San Remo al mismísimo Mottet.

Luego en la Cipressa, hace lo propio con el resto, salvo Rolf Sorensen, un danés de esos que podríamos llamar ciclista de culto.

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Con un minuto escaso, Chiapucci y Sorensen se plantan en la base del Poggio, en el que Claudio, el gran Claudio, tiene un ataque, otro, reservado para Rolf.

Chiapucci coronaría solo el Poggio y de ahí hasta la meta de San Remo

El mismo Chiapucci de Val Louron, meses después, firmaba un éxito antológico, el mismo que esa misma semana había ganado un sprint a los velocistas y una cronoescalada en nuestra querida Setmana Catalana poco antes.

Así era Don Claudio, un rival íntimo de Miguel que quisimos casi tanto como al mismísimo Indurain.

Imagen: RTBF

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Sean Kelly, 7 París-Niza en blanco

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¿Quién puede igualar a Sean Kelly en la París-Niza?

Qué bonita era la París-Niza cuando el líder iba de blanco, cuando la veía con Miguel Indurain, con Laurent Jalabert, con VDB y con King Kelly.

De esos años guardamos imágenes imborrables que protagonizaron los más grandes del momento porque en esta carrera no ganaba un cualquiera, aunque más complicado veo que cualquiera iguale a Sean Kelly en el palmarés de la París-Niza.

Jean de Gribaldy siempre tuvo ojitos para su querido Sean Kelly, ese irlandés trabajador, de raíces campesinas, cuyo talento impresionó a uno de los grandes directores de la historia del ciclismo, trayéndoselo ya en 1976, mucho antes de empezar su gran ciclo en París-Niza.

Fichar por el Flandria fue el primer paso de Kelly para convertirse en el gran dominador de toda la historia de la carrera hacia el sol, la París-Niza, en un periodo de dominio que no sólo impresiona por la propia carrera, siete triunfos seguidos, también por la historia del ciclismo en general.

Corriendo en el equipo de Gribaldy, nuestro querido irlandés tomó buena nota de cómo el «ganalotodo» Freddy Maertens gestionó su triunfo en la carrera que se distinguía por su maillot blanco.

Entre otras sutilezas, Kelly asistió ante su compañero belga a una genial gestión de las bonificaciones para sacar el premio más grande posible.

A los pocos años el maestro Maertens vio cómo el alumno le tomaba el rebufo y le superaba en la historia.

Sean Kelly firmó su primer triunfo en la París-Niza en 1982, líder camino de Saint-Étienne, cinceló su primer trofeo en el que sería su feudo por años, la cronoescalada al Col d´ Èze, epílogo habitual durante tantos años en la carrera.

Gilbert Duclos Lassalle y Jean Luc Vandebroucke acompañaban al astro irlandés en la primera travesía blanca.

A la siguiente, 1983, Kelly no sólo gestionaba como Maertens, también era capaz de dar golpes de teatro que dejaban secos a sus rivales como la subida a Tournon o la etapa de Miramas, repitiendo en Mandelieu, para desespero de Zoetemelk, y renovando corona el Col d´ Èze.

Ese era Sean Kelly, guante de seda, golpes demoledores en la carrera con la que se mimetizó durante años, abriendo el repertorio a todo tipo de triunfos, a través de múltiples exhibiciones

Como en 1984, cuando demostró que no sólo daba lecciones de cara al liderato y sí por el puro y simple gozo del público, como en la llegada en la que se impone al sprint a Eddy Planckaert en Bourbon-Lancy, lejos aún de los momentos decisivos de la carrera.

Estos llegarían, por ejemplo, en el Chalet-Reynard, donde Eric Caritoux, semanas antes de ganar la Vuelta a España, le mantuvo controlado el rebaño de rivales, entre los que se contaban Hinault, Millar, Vichot y Rooks,

1985  sería una edición extraña para Kelly, en una carrera marcada por el frío intenso, el irlandés ganaría su cuarta París-Niza sin triunfo de etapa.

La presión de su compatriota Stephen Roche le llevó a ir a lo práctico, a pesar de que en el Col d´Èze, Roche diera cuenta de Kelly por un segundo.

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Ya con los colores del Kas, Sean Kelly renovaría a lo grande su dominio en la carrera, con una edición que no tuvo otro líder que su persona.

Desde el prólogo de París al epílogo en las alturas de Niza, en el Col d´Èze, Kelly no dejó nada para los demás: en el podio le acompañaron dos integrantes del cajón del Tour de ese año, Urs Zimmermann y Greg Lemond, casi nada.

1987 y Kelly sumaría su sexto triunfo: una carrera marcada por una igualdad terrible con Roche, en vísperas de sus grandes triunfos, que se rompería por un pinchazo de Stephen en el sector matinal de la jornada final.

La última victoria de Kelly llegaría al año, en una edición marcada por la muerte meses antes del diector de la carrera, Jacques Anquetil.

En ruta, Kelly homenajea a maitre Jacques con un triunfo final que selló, no podía ser de otra manera, en el Col d´ Èze.

Y es que esta cima, que está tan presente también hoy, en la jornada express por los alrededores de Niza, es sin duda el sitio que deberíamos escoger para tomar medida del monumento que Sean Kelly le hizo a la París-Niza, pues tomando el inicio de subida a diez de la cima, el irlandés tiene aún hoy el mejor registro de siempre 19´45´, el que marcó en la edición de 1986.

Tras sus tiene triunfos, empequeñecen los cinco de Anquetil y los tres de Merckx, Zoetemelk y Jalabert.

Imagen: Paris-Nice

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Bartoli en 5 esenciales

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Cuando estaba en forma, Michele Bartoli era un huracán

De esos ciclistas que seguro, pase lo que pase, recordarás con el tiempo, no importa cuánto pase, cuándo lo pienses, Michele Bartoli fue uno de los ciclistas que más me marcó en los noventa.

Y no sabría decir un motivo en concreto, quizá fuera esa amalgama de imágenes, de omnipresencia en la carrera, un ciclista al que le encantaba que le diera el aire, que firmó en una Lieja, una de las victorias más increíbles que le recuerdo a alguien que competía en minoría.

Recupero la rueda de Michele, y ahí van mis cinco rasgos…

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Corredor competitivo en muchos frentes

En dos años, Michele Bartoli fue capaz de ganar el Tour de Flandes y la Lieja-Bastogne-Lieja.

Su polivalencia en clásicas quedó probada en casi todos los terrenos, pues pasó de largo de Roubaix.

En las grandes, tentó un poco en el Giro 1998, donde logró su primer gran triunfo, en una etapa de 1994, pero quedó claro que las generales eran demasiado para él.

Una pose que rozaba lo pornográfico

Su forma de correr, ese ánimo ofensivo, maridó perfectamente con su acople a la bicicleta.

Cuando se agarraba de abajo y se erizaba como un gato se desataba la tormenta.

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Un palmarés de capricho

Su medio centenar de triunfos no sólo es cosa de cantidad, y sí de calidad.

Bartoli ganó cinco monumentos y pudo haber sido alguno más.

Abrió la cuenta en el Tour de Flandes, con un ataque demoledor en la capilla, cuando ésta era decisiva en la carrera, un poco como ahora la Het Nieuwsblad.

Le siguieron dos Lieja-Bastogne-Lieja y ya más mayor, sendos Giros de Lombardía.

Ojo con el valor y la dificultad de ganar un monumento, que Michele sumó hasta cinco.

San Remo y Mundial, sus asignaturas pendientes

En ese bagaje de lujo, le quedó la «pena» de no llevarse ni la Milán-San Remo ni el Mundial.

Especialmente doloroso fue su bronce en Valkenburg, cuando Camenzind se le adelantó, siendo el gran favorito.

Su cara en el podio era un poema, el mundial para cualquier ciclista es lo increíble, para un italiano, el viaje al cielo.

¿Una carrera? Lieja de 1997

Aquello fue un abuso, una carrera de esas que nunca olvidas, un frenesí de no sé cuántos kilómetros en un pulso a tres con Bartoli entre dos ONCE, Zulle y Jalabert, para más señas.

Escapados con ambos, el italiano no se cortó ni un pelo, entró a los relevos y encajó todos los golpes hasta que, a menos de un kilómetro de meta, hizo del muro de Ans la tumba deportiva de Jalabert.

Aquel día, el bicho fue demasiado, como lo sería Vandenbroucke para él un par de años después.

Imagen: L´Equipe

 

 

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