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Mundo Bicicleta

Yo por cicloturismo entiendo esto

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«¿Una entrevista? ¿A mí? Bueno, no sé, qué nervios, no sé qué se puede contar de mí..

Y con esta modestia, así me respondía a la pregunta planteada nada menos que Miguel Bernabé (¿alguien no lo conoce?), uno de los cicloturistas más conocidos, estimados y respetados en este país por todos aquellos que formamos parte de esta cultura por las dos ruedas, ya sea por los que lo conocen virtualmente a través de sus grandes crónicas sobre puertos, rutas y marchas enviadas a la Ciclolista (mboscuro) o al foro APM (mikmik44), o por los que hemos tenido la suerte de haberlo conocido en persona, charlando con él y compartiendo pedales bien para descubriros y enseñaros nuevos puertos (Montnou) o bien para plantar un magnífico Burucartel en Pradell (¡mil gracias Buru!), en un encuentro que quedó para el recuerdo.

Aquí fue donde conocí a este maño de Nonaspe, un bonito pueblo situado en la comarca del Bajo Aragón-Caspe (Zaragoza), aunque nos comenta que sus padres son de Gallur, fronterizo con Navarra. Un nonaspino que ha colocado su pueblo en el mapa cicloturista para que todos lo conozcamos. Siempre me había llamado la atención su gran amor por su pueblo, ya que a Miguel ya lo seguía a través de sus relatos en la Ciclolista, y su manera de despedirse: «Un saludo desde Nonaspe», con lo que desde aquí podríamos solicitar a su alcalde un reconocimiento en forma de Hijo Predilecto a Miguel ¿no os parece?. Recuerdo que algunas veces que yo mismo le contestaba siempre le respondía con «un abrazo va para Nonaspe».

Kern Pharma

Cuando me dijo qué podríamos explicar sobre él, ya le contesté, le dije que podríamos empezar hablando de que es un apasionado del cicloturismo, que ha hecho que descubriera paisajes, pueblos y lugares de una forma placentera moviéndose encima de una bicicleta como turista, que le gustan los puertos , las amistades que se logran en las quedadas y, sobre todo, el buen ambiente que hay entre los cicloturistas. Todo ésto es lo que más ama, más que el hecho de acumular muchos kilómetros. Además de que se lo pasa bien pedaleando, luego, como hemos comentado, disfruta contando sus sensaciones por las rutas realizadas o los puertos ascendidos. Y eso nos encanta a todos. «Así llevo más de 25 años y me queda mucho por recorrer aún«, nos comenta. Entre sus aventuras, que son muchas, nos explica que en sus tiempos de soltero era alforjero y que el año de la Expo’92 fue de Gallur (Zaragoza) a Sevilla por etapas y, por supuesto, el Camino de Santiago.

Además Miguel tiene la enorme suerte de ir siempre acompañado por su familia, su mujer Choni y su hija Rosa, sobre todo a raíz de que se creara el «juego» del Reto CIMA, el cual creemos que ya todos conocéis y que de un tiempo a esta parte el propio Miguel echa una mano a Diego Agüero (director de la idea) como coordinador de los logros conseguidos por los «concursantes»: «Me encantó el proyecto porque ya desde joven buscaba las montañas para subir con mi bici, y siempre buscaba alguna ruta para poder ascender algún puerto«. Su primer año en el CIMA fue como colaborador, y en el segundo le comentó a Agüero entrar ya definitivamente, ya que el reto comportaba mucho esfuerzo y sobre todo mucho tiempo para una persona sola, así que Diego le delegó todo el tema de coordinación.

A la pregunta de cómo convenció a su mujer y a su hija para que le acompañaran en su bendita locura, rodeado de otros «locos por las cumbres» como él, nos contestó que no hizo falta convencerlas, ya que era la forma que tenían de viajar y conocer España antes de crearse el CIMA, ya que ellas hacían turismo y él le daba a los pedales. Y es que no todos tenemos esa facilidad y así Miguel nos confiesa que muchas veces son ellas las que le dicen: «¿no te faltan CIMAS en tal provincia? Es que queremos ir allí». Así, nos recomienda, que lo importante es compartir todo en familia, unas veces hacer lo que le gusta a uno y otras lo que le gusta al otro: «si yo soy feliz transmito felicidad«.

Por eso, desde hace unos años, siempre que puede diseña sus recorridos en función de los puertos CIMA que quiere conseguir y que además le proporcionen un plus, un extra, en forma de aprendizaje: geografía, historia y por qué no, también la gastronomía típica de la tierra. «Y no dejaré de hacerlo hasta que haya pasado por todas las comunidades autónomas«. Que así sea Miguel, y sobre todo, que nos lo puedas explicar como lo has hecho hasta ahora. Mil gracias.

Pregunta obligada, Miguel ¿qué es el cicloturismo para ti?

Mi forma de ver la vida, de comprometerme con el entorno y conocer el país con tranquilidad

¿Y qué es más duro que el ciclismo?

La vida misma, el sacar adelante una familia. Hay muchas cosas más duras que el ciclismo

Tu puerto preferido

El Moncayo, es el más cercano al pueblo de mis padres y el que busco cuando voy a verles, es una subida preciosa

El que no te cansarías de ascenderlo…

Hace un par de años quedé enamorado de Superbagneres

El que no volverías nunca…

A todos volvería, todos merecen la pena, de todos se aprende

El que más te ha sorprendido…

Arcalís en Andorra, tiene un recorrido y sobre todo un final realmente espectacular

El que más te ha decepcionado…

Pues será mi forma de ser, pero ninguno me decepciona, todos me gustan

El que más te ha enseñado…

Larrau me ha enseñado, y por tres veces, que a cabezón no me gana ningún puerto, jajaja

El más histórico…

Lagos de Covadonga

¿Cuál sería tu puerto 10?

El Portillo de Lunada, en muchas características roza la perfección

¿Moncayo o Mont Caro?

Difícil… seré diplomático: Moncayo para disfrutar y Mont Caro para sufrir

Un escenario mítico.

Tourmalet, hay pocos sitios con más mitos por metro ascendido

Tu ruta preferida.

Cualquiera por el Priorato tarragonés, una zona que me encanta

¿Por qué nos gusta tanto estar en la CIMA?

Como dijo una buena amiga, porque nos gusta coleccionar trofeos, y cada puerto es un trofeo para los cicloturistas

El reto CIMA ¿juego, diversión, competición, pique, aventura?

De todo un poco, es un sano y divertido juego con un apasionante toque de aventura, una forma diferente de conocer la Península Ibérica

En estos tiempos de crisis, la bici ¿es la mejor vía de escape?

Es una de ellas, pedalear te permite pensar a la vez, y si tienes ganas de exprimirte, aporta mucha felicidad y bienestar al conseguir las metas

¿Habéis notado que precisamente por culpa de la crisis la gente no ha cimeado tanto como otros años?

No lo he notado en número de mensajes que me envían al correo del CIMA, pero sí me consta de amigos que viajan menos porque les afecta esta dichosa crisis, a mí también, claro

¿Cuántos CIMA tienes ahora mismo?

468 y subiendo

¿Qué CIMA sería tu techo y decir «lo he conseguido»?

El último, sea el que sea, el que complete el reto, no puede haber mejor techo

¿Te crees a todos los que te envían sus CIMA conseguidos? ¿Has tenido tus dudas en saber si era cierto o no?

Sí, creo a todos, es la norma escrita del reto, no puede haber dudas… además, no tiene sentido engañar, esto es sólo un juego y un incentivo personal

Lo peor es engañarse a sí mismo ¿verdad?

Por encima de todo debe estar la satisfacción personal, y el engaño no es compatible con esto

Y el reto BIG ¿te llama la atención o de momento pasas?

Sí, sí lo sigo, también me apasiona, no en vano el CIMA se inspiró en el BIG… lo que pasa es que no me he alejado más allá de los Pirineos franceses y sólo tengo BIGs de 3 países distintos, pero ya tengo 74

¿Dónde están los límites para un cicloturista?

Deberían estar en el punto que te permita disfrutar de la bici, si se hace desagradable o de manera obligada, se aleja de la esencia del cicloturismo que yo entiendo

Por Jordi Escrihuela

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De Landa a Izagirre, los juveniles de oro en el podio de la Itzulia

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Ver a Landa e Izagirre en el podio de la Itzulia tanto tiempo después

La Itzulia que acabó en las manos del vigente ganador del Tour de Francia fue un espectáculo de menos a más que tuvo a dos vascos en el podio, Mikel Landa y Ion Izagirre, una estadística singular, tremenda, ¿cuántos ciclistas del lugar quedan en el podio de su carrera World Tour?

Tras verles en el cajón de la Itzulia he querido recuperar este escrito que Unai Yus nos obsequió hace casi seis años, cuando Mikel Landa se quedó a las puertas del podio del Tour tras ayudar a Chris Froome….

Cuando Mikel Landa se queda a un solo segundo del podio en París, después de hacer el Giro de Italia, resulta que todo el mundo lo conoce, todo el mundo sabe y de él y, por supuesto, señores, esto es España, todo el mundo opina y sienta cátedra sobre él.

Kern Pharma

Al igual que Landa, muchos, muchísimos niños jugaban a ser ciclistas e incluso algunos soñaban con serlo. Personalmente conozco a bastantes corredores vascos que, allá por 2006 y 2007, eran juniors, unos juniors con una ilusión tremenda, con los que tuve la suerte de trabajar.

Algunos de ellos, muchos teniendo en cuenta los tiempos que corren, son ahora profesionales. Me dejaré alguno, seguro, pero recuerdo al citado Landa a Ion Izagirre, Peio Bilbao, Garikoitz Bravo, Igor Merino y Jon Aberasturi en ruta más Jonathan Lastra y Omar Fraile, como corredores de BTT.

Ya entonces tenían algo, se les veía calidad, pero, para sorpresa de muchos, no eran dominadores de la categoría ni mucho menos. Como ejemplo, Landa e Izagirre fueron los dos últimos corredores de la selección de Euskadi en el campeonato junior que se celebró en Onda y que ganó el navarro Enrique Sanz. Esto es sólo un detalle, pero da pistas sobre cómo son estos corredores actualmente, buenos compañeros, sacrificados y conocedores del oficio.

Recuerdo a Mikel Landa como lo veo ahora, un tío con una clase descomunal, no como el corredor más autodisciplinado, no era un chico al que le encantara entrenar, pero tenía un don. Un don, una chispa que a día de hoy ha pulido con trabajo.

Mikel Landa es lo que era, un tío al que no le importaba sacrificarse por sus compañeros pero, ojo, tirado para adelante como pocos y que le gustaba ser líder cuando se sentía bien. Un tío con carácter, un líder en el grupo con sus chistes, sus gracias, un crío que no se callaba ni debajo del agua, que a veces se pasaba de la raya, que resultaba irrespetuoso, pero que generalmente lo hacía con un sentido, con un fin. Un tío, que podrá equivocarse o no, pero que no da puntada sin hilo.

Izagirre era otro talento natural, el del pedaleo fácil, al que le daba lo mismo una carrera de carretera que una de ciclocross, un chaval al que le veías pedalear y decías: “¡Qué clase tiene!”.

Al igual que Landa y que todos los corredores vascos, un junior de maduración lenta que todavía jugaba a ser ciclista era Peio Bilbao, un año más joven, el diamante, el niño flaco, desmadejado, con perfil de escalador y callado pero que lo mismo se te metía en una escapada por el llano y te la liaba.

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Jon Aberasturi, un velocista que nació en el lugar equivocado, triunfando en Asia, ahora. Este ya era de los míos, como fui yo, un currante, un chaval con algo menos de talento natural pero con una capacidad de trabajo y sacrificio fuera de toda duda.

En este grupo metería a Jonathan Lastra, también a Omar Fraile, el niño que se hizo atleta remando en la ría de Bilbao, a Igor Merino…. Otros muchos, tan talentosos y trabajadores como estos, y hablo sólo de los nacidos en Euskadi, se quedaron por el camino, entre ellos Aitor Ocampos, medalla en aquel campeonato de España de Onda.

Por tanto, está claro que a la cumbre del ciclismo profesional se llega por varios caminos, pero, los dioses del Olimpo, los cracks, sólo son aquellos que tiene un brillo especial, un duende, un don….para hacer magia en bicicleta.

Por Unai Yus

Imagen tomada del FB del Team Sky y Team Baharain

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Las gran fondo by Rose Bikes…

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Mundo Bicicleta

Col de Turini, del motor al Tour

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El Col de Turini estará en el cierre del Tour en la Costa Azul

En el cierre del Tour 2024, la jornada penúltima, con entrada y salida por el mapa de los Alpes Marítimos, hará alto en varios puertos y entre otros el Col de Turini

Los puertos de la Provenza y la Costa Azul, situados estratégicamente en la entrada de los Alpes marítimos, o en la salida, según cómo se miren o dependiendo de la carrera y de cómo los afronten, siempre han sido respetados y admirados, y siempre han sido sinónimo de batalla en sus cuestas, aportando su sal y su pimienta a competiciones como el propio Tour.

Podemos hablar del arco de Sospel y su trilogía de Niza: puertos como Braus (1002 m), Castillon (706 m) y La Turbie (480 m), continuando por otros como el Espigoulier (728 m), el Esterel (314 m) y sobre todo el gran Turini (a 1607 m), que han sido escenarios donde los adversarios continuamente se han tanteado y en muchos de ellos han habido luchas decisivas, llegando incluso algunos corredores a hacerse con el maillot de líder en estas cuestas en las que sus cunetas suelen estar abarrotadas de gente.

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Citar los puertos provenzales es evocar lugares donde las rampas se retuercen y giran sobre sí mismas, donde las curvas las marcan los arbustos, donde los ángulos agudos se muestran sin contemplaciones, mientras los corredores caracolean, girando sus cabezas buscando la carretera y siempre intentando seguir los muros de contención para evitar el precipicio.

Por eso estos cols siempre provocan muecas entre los participantes, algo, por otro lado, bastante normal en Niza, la capital del Carnaval galo.

Y llegamos al Col de Turini…

Como Turini, que vuelve a la competición, sobre dos ruedas sin motor, nada menos que después de 46 años de haberlo hecho por última vez, en 1973 y en el Tour, con victoria para de uno de los nuestros que supo «encarrilar» muy bien su pedaleo dirección a su cima.

Estamos hablando, en efecto, del recordado Vicente López Carril, un histórico del ciclismo español.

Así, podemos decir que el corredor gallego fue el último ciclista en coronar el puerto en primera posición, en una edición en la que quedó 5º de la general, después de haber hecho podio el año anterior.

De esta manera, Turini, más reconocido y popular en el mundo del rally porque en él se disputa uno de los más famosos del mundo como es el mítico Rallye de Montecarlo, cambia el motor por los pedales y en el que los ciclistas, ese próximo 16 de marzo, habrán de acometer más de 30 lacets, horquilla sobre horquilla, curvas cerradas, giros de 180º, en una exigente ascensión de 15 km con una pendiente media del 7,3% y donde probablemente se decida el ganador de esta edición de la París-Niza.

Una espectacular subida y en la que, por esas fechas, suele ser habitual que haya presencia de nieve.

Ya veremos.

Los aficionados, ese día, descubriremos un puerto para el ciclismo de ensueño, una de las carreteras serpenteantes más escénicas que existen, para disfrutar mientras contemplemos un paisaje de fantasía, ascendiendo por la ladera de la montaña y con hermosas vistas al mar Mediterráneo.

Un puerto de cine.

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El Turini fue, cómo no, todo un descubrimiento de Jacques Goddet, «una sensacional novedad» como él mismo exclamó cuando lo dio a conocer como primicia en el Tour de 1948 «con su interminable pendiente».

A pesar de haber entrado muy poco en las competiciones de ciclismo (Tour del 48 con victoria para Louison Bobet, del 50 para Jean Robic y la recordada del 73 de López Carril), en sus curvas se han escrito épicas páginas de la historia de la ronda gala, como en aquella etapa de la edición del 48, cuando Louison Bobet, que había abandonado el año anterior, estuvo a punto de hacer lo propio el día antes en San Remo, ya que se encontraba enfermo, pero durante aquella jornada, provocado por un ataque de Roger Lambrecht, que era nada menos que su delfín, Louison resucitó.

Acompañado y ayudado por un gran Apo Lazarides que protegió eficazmente el maillot amarillo de su líder y amigo, y además alumno de Vietto, se escaparon a siete kilómetros de la cima para lanzarse después a tumba abierta a pesar de los cuatro kilómetros de descenso pedregoso.

Louison Bobet triunfó finalmente en Cannes recuperando siete minutos a Bartali.

El italiano, su adversario más peligroso, se encontraba en ese momento a 21 minutos.

Como curiosidad, el prestigioso L’Equipe, al dar la novedosa noticia de la inclusión de este bonito puerto en la París-Niza de 2019, publicó una foto errónea del Turini en sus páginas, confundiéndolo con el no menos bello y escénico Col de Braus, conocido como el «alambique», el «tirabuzón», «kriss malayo» o simplemente «cric», algo que para ser el célebre diario no deja de ser algo bastante imperdonable.

La legendaria generosidad de René Vietto

¡Ay! Si el pobre René Vietto levantara la cabeza…

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Ciclismo antiguo

Mende siempre será la cima Jalabert

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Aquel día en Mende, Jalabert puso en jaque el quinto Tour de Indurain

Ese año 1995 estaba siendo el año de Jalabert, la brutalidad más grande jamás vista y Mende entraría en la geografía del éxito del francés.
Cuando hablamos con él durante el confinamiento, la verdad es que le daba bastante igual que le llamaran «cima Jalabert

Mende, dia D ¿qué te parece que llamen al lugar Montée Laurent Jalabert?

«Si te soy sincero me da bastante igual, quizá hubiera tenido sentido llamarle así al año siguiente pero…»

Mende es un lugar insertado en el Macizo Central francés que sea como fuere para los siglos quedará como la cima Laurent Jalabert.
La inequívoca figura del mejor ciclista galo de los últimos 20 años fue aquel día de julio del 95 el cuchillo que resquebrajó la resistencia de Miguel Indurain y los suyos en una de las jornadas que quedaron grabadas a fuego en nuestra conciencia.
La pizarra del entonces rosáceo equipo de la ONCE echó humo en aquella travesía por los montes de Lorèze ataviando el mejor ataque que jamás sufriría Miguel. Con la sapiencia de que cerca de meta era tarea imposible importunar al titular del maillot jaune, la cosa quedó en mover la carrera desde lejos, tanto que 200 kilómetros se hicieron cortos.
La fuga que hizo temblar los cimientos del Tour la integraron tres ONCE más otros tantos italianos.

 

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A Jalabert, aquel día hacia Mende, le secundaba el mejor Melchor Mauri jamás visto junto al australiano Neil Stephens.

Con ellos Massimo Podenzana, Dario Bottaro y Andre Peron. Los seis habrían de abrir un hueco más allá de los nueve minutos.

En Banesto no daban crédito.

Las piernas de los gregarios de Indurain al unísono no enjuagaban el desperfecto. Surgieron entonces varias tesis. A cola del pelotón se fraguaba la ayuda de otros equipos. El manejo de José Miguel Echávarri dio frutos apetecidos para mantener a raya la afrenta de Jalabert.

En la subida final Jaja se deshacía de todos sus rivales.
En la recta del aeródromo, un 14 de julio, al cielo, el de Mazamet sumaba una victoria antológica, algo no visto desde que Chiapucci se armara de valor hacia Sestriere.
A aquellos que nos empañaron la mirada aquel día.
Muchas gracias.
Imagen: Graham Watson

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Mundo Bicicleta

En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo

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«En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo; ante este gigante, sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia»

La frase de Henry Desgrange, el padre del Tour, exclamada en 1911, define a la perfección lo que el ciclista siente cuando se tiene que enfrentar al gigante alpino en un terreno grandioso, inexpugnable hasta aquel entonces, donde incluso los más grandes campeones empequeñecen ascendiendo por su carretera ganada a los hielos, que cubren tres cuartas partes del año alcanzando los siete metros de manto blanco bajo las órdenes del general Invierno.

Territorio hostil, en su cumbre a 2645 metros sobre el nivel del mar reina el silencio y solo nos queda admirar. Y meditar. Por encima de la cota 2000 hay poca vida en sus laderas, quizás alguna marmota que se despereza del letargo hibernal, pero la actividad humana es prácticamente nula. Es el triunfo de la naturaleza sobre el hombre, en toda su expresión, un monumento hecho montaña donde solo llegar hasta allí arriba supone una victoria y ganar, la gloria, tocando el cielo con las manos.

Así debió sentirse Émile Georget -igual que Neil Armstrong cuando pisó la Luna-, al ser el primer hombre en pedalear por el túnel abierto en su cima, porque el francés, a diferencia del norteamericano, no puso pie durante las 2 h y 38 minutos que invirtió en toda su ascensión, «una gesta sin precedentes en los anales del ciclismo», tal y como tituló L’Auto en su portada del 11 de julio de 1911.

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Siguiendo con la analogía, el mismo diario aquella fecha podría haber definido la épica etapa como un pequeño paso para el ciclista pero un gran salto para el ciclismo mundial y el Tour, que con aquella montaña adquiría una nueva dimensión.

El túnel que la mayoría de vosotros conocéis ya estaba abierto en aquellos años, ya que fue nada menos que en 1891 cuando se construyó para comunicar a los vecinos de la Saboya con los de la Provenza, bajo 90 metros de piedra y roca y 365 de largo, tantos como días tiene el año. Poco se podían imaginar que 20 años más tarde alguien montado en aquel invento reciente sería capaz de semejante hazaña.

Le habrían tachado de loco, de lunático, pero así fue para asombro de los aficionados a este increíble deporte que se engancharon a un espectáculo sin igual en el que los ciclistas «fueron capaces de ser alados y elevarse hasta unas alturas donde ni siquiera llegan las águilas», como también pronunció en su día el propio patrón de la Grand Boucle.

Por aquí volaron Fausto Coppi en el Tour del 52 «escalando como un teleférico deslizándose por su cable de acero» (Goddet), Charly Gaul en 1955, Bahamontes en el 64 o Anquetil dos años más tarde en una de sus mejores vuelos.

El Galibier es un paso de montaña casi tan viejo como la propia Humanidad. Se dice que esta ruta se fue trazando siguiendo los pasos de contrabandistas y vendedores ambulantes que desafiaban el frío y las ventiscas de nieve incluso en verano. Acceder a uno de los otros valles era como hacerlo a la cara oculta de la Luna, a un territorio desconocido, otro mundo.

Sin embargo no fue hasta 1979 cuando el coloso da su estirón definitivo y crece nada menos que 89 metros, alcanzando los 2645 actuales. En efecto, el viejo túnel se resintió de una sus bóvedas y amenazaba con desplomarse de un momento a otro.

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Se cerraron sus grandes portalones de madera durante 25 años y se construyó una nueva carretera para cruzar el paso en forma de curvas diseñadas «a la mula», mil metros más de escalada al 10%, convirtiéndose en el tramo más duro de toda la ascensión, siendo Lucien Van Impe, aquel mismo año, el primero en estrenarlo pasando en solitario en cabeza.

Aunque las puertas del túnel fueron abiertas de nuevo en el año 2003, después de las reformas que ya permitían el paso incluso de autocares, el Tour prescinde de él y prefiere el nuevo tramo que lleva a la cima, para disfrute de los aficionados que sienten en aquellas nuevas rampas toda la épica de los esforzados de la ruta que se convierten en gigantes cuando hollan su cumbre, igual que lo seréis vosotros si superáis el miedo escénico del cartel «Col du Galibier: 35 km», saliendo de St Michel de Maurienne. Más que un fuera categoría, un puerto de otro planeta.

Por Jordi Escrihuela

Imagen: Ciclismo Épico

 

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