El ciclismo ni entiende ni entendió nunca de banderas
El otro día Miguel González recuperó en twitter una historia de la que nos acordamos bien, aquella que puso colofón a la Vuelta a España de 1989, cuando en la Sierra de Madrid, Fabio Parra puso contra las cuerdas a Perico, de líder a las puertas del final, e Ivan Ivanov salió en ayuda del segoviano.
Quizá un día sepamos más, de viva voz, sobre aquella historia y lo podamos traer a este mal anillado cuaderno, pero mientras nos quedamos con un par de detalles.
Uno el sobre que Perico le dio a su salvador ruso al día siguiente antes de la salida, lo que hubiera ahí lo saben ambos e imaginamos todos y otro con las palabras del propio Fabio Parra, lamentando que corriera para un equipo español, el Kelme, y no pudiera contar, en aquel entonces, toda la verdad sobre lo que sucedió tanto en aquella etapa, como en el Tour del año anterior.
Sea como fuere de aquella jornada, se escribió mucho y se dijo más.
Es curioso que el equipo que ayudó a Perico en su primera Vuelta, el Kelme con Pepe Recio, casi le hizo perder la segunda.
En todo caso, aquella famosa etapa que finalizaba en la «achi-visitada» llegada de Destilerías Dyc, tuvo por delante otro episodio muy curioso, con la «alianza colombiana» contra Perico.
Mientras Omar Hernández, corredor del Kelme, iba escapado, Fabio Parra salió por detrás, al tiempo que surgió Luis Alberto Camargo, un Postobón que, como dice Javier de Dalmases en la crónica de la jornada: «Tiraba como un Kelme más«.
A Omar Hernández le pararon para colaborar con el propio Parra y Camargo en el empeño de dejar atrás al líder que tuvo en el ruso Ivanov la «rueda amiga».
Poco más de medio minuto salvó a Perico.
De aquella historia siempre se habló de la ayudita de Ivanov, pero poco de la pinza colombiana en lo que fue una de las pocas veces que vi a corredores de un mismo país ir a una.
En aquella ocasión Camargo se aseguró la etapa, pero su empeño iba más allá ¿quería que la Vuelta fuera a Colombia?
Recuerdo a los pocos años, en el Giro, con Miguel Indurain rodeado de italianos que se habló de una alianza de los anfitriones contra el navarro y su liderato.
Recuerdo tambien que Indurain, en un ejercicio de «realpolitik» ni consideró esa opción, por que al final sus perseguidores son rivales entre ellos y no se deben a la bandera y sí al mecenas que pone el nombre en el pecho.
Muchos años antes, los franceses habían sido un desastre en su trabajo conjunto para destronar a Bahamontes en el Tour que acabaría ganando.
La configuración del ciclismo hace de esas alianzas algo tan utópico que sólo citarlas produce sonrisa.
Como quienes echaron en cara a David de la Cruz que no ayudara a Contador a ganar una París-Niza en su escapada contra Sergio Henao.
De la Cruz iba a por lo que iba, la etapa en el Boulevard des Anglais para su equipo, no para España.
Le valió una buena bronca en redes, bronca que seguro se echó a la espalda una vez bajó del podio con el ramo de flores.
Hasta en los mundiales se conocen sonadas broncas entre miembros de selección que durante el año se deben a equipos diferentes.
Y es que hablar de pinzas nacionales en el ciclismo no tiene sentido, más en este ciclismo especialmente sostenido por un frágil sistema de patrocinios donde cualquier retorno es un clavo ardiendo.