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Puertos de Montaña

Montserrat, la cara oculta

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La Vuelta asalta Montserrat, la montaña que es santuario de ciclista

«El sueño hecho montaña», que con tan acierto denominó Montserrat en su día el insigne poeta Josep Carner, es visible desde muchos y variados puntos de la geografía catalana.

 

Su inconfundible perfil serrado, aislado en el corazón de Catalunya, es punto de referencia obligado de todos los catalanes que la aman y la descubren siempre de nuevo cada vez que la contemplan.

Kern Pharma

Montaña de una belleza única, «catedral de la naturaleza», y templo espiritual y de catalanidad, se eleva con decisión hacia el cielo desde el mismo lecho del río Llobregat.

Pero la visión de Montserrat parece mostrarnos siempre una misma cara.

Su relieve, que emergió del mar hace millones de años, formado por agujas y monolitos de roca esculpidos por la erosión de la lluvia y el viento, nos muestra estar delante de tubos formando un gigantesco órgano musical.

Declarado parque natural en 1987, se habla de que su interior está hueco, lleno de cuevas, lagos y puertas «intraterrestres» que conectan la montaña mágica con el reino subterráneo de los dioses.

Una entrada a otra dimensión.

Incluso la mitología del Santo Grial explica que, en un rincón oculto de la montaña, se esconde el cáliz sagrado que hizo que incluso los nazis, entre 1934 y 1940, se adentraran en sus entrañas buscando la fuerza del Grial para ser invencibles.

 

Sin duda, las SS alemanas también se sintieron atraídas por el poder mágico-religioso de la montaña, dominado por su virgen negra, la «Moreneta», patrona de Catalunya.

Según el esoterismo tiene ese color porque absorbe toda la negatividad de la gente que la visita para pedirle protección y ayuda, que quedan en un estado de paz interior difícil de explicar:

«Montserrat lleva a todo hombre desde el mundo exterior hacia el mundo interior» (Schiller, poeta alemán).

La colección de portabicicletas de techo de Cruz 

La majestuosidad de Montserrat, de potente magnetismo, no pasa desapercibida para el cicloturista, que lo atrae como un imán.

En los iniciados, es su primer deseo al subirse a una bici: ascender sus rampas hasta el Santuario, rodeado de monolitos con formas de animales o incluso humanas, según la imaginación de cada uno.

Dicen que esas formaciones actúan en el excursionista, de a pie o en bici, como poderosas antenas que lo atrae y se rinde a la grandeza y el misterio de la montaña.

En el caso de los ciclistas son muchos los que abren el mundo de la bicicleta con este ritual de iniciación personal.

Algunos estrenan su nueva bici escalando sus rampas, otros vienen aquí el primer día de temporada rogando «un buen año».

El RH Ifach es la casa del ciclista en Calpe 

Miles y miles de cicloturistas, cada último domingo de octubre, ascienden para despedir el calendario catalán en su cima, dar gracias y pedir protección a la «Moreneta».

Se trata de un evento festivo llamado «Diada Montserratina» que la Federació Catalana de Ciclisme lleva más de 60 años organizando con éxito.

 

La ascensión oculta

«Como la vida misma, este macizo tiene un lado luminoso y un lado oscuro» (Dr. Octavi Piulats).

Y nosotros queremos explorar y conectar, a lomos de nuestras bicis, con ese lado oculto de la montaña.

Son muchos los cicloturistas que escalan hasta el Santuario por los portales conocidos al parque natural, bien sea por la vertiente de Can Massana desde Manresa, o El Bruc, o por la más típica ascensión desde la población de Monistrol.

Y es que si estáis ya un poco hartos de subir a Montserrat siempre por el mismo lugar, podéis probar la variante que ahora os vamos a mostrar.

Es poco conocida, mágica y misteriosa: la escalada oculta a Montserrat. 

Sorprende incluso a avezados y veteranos cicloturistas que nunca lo habían hecho por esa cara escondida.

Iniciaremos nuestra mística aventura en la misma población de Monistrol, junto al pie de la montaña donde comienza la subida por su lado más montserratino.

Todo hay que decir, más duro que sus otras variantes, sin desmerecer para nada la carretera que hoy os vamos a mostrar por su belleza y dureza contenida pero con muchas emboscadas que nos iremos encontrando por el camino, siempre dirección hacia la cima.

Subiremos guiados por el magnetismo de sus agujas rocosas que aparecerán delante de nosotros como una formación de gigantes.

Cruzaremos el río Llobregat, de triste color chocolate, y dejaremos a nuestras espaldas el macizo para dirigirnos a Castellbell i el Vilar.

Parecerá que nos vamos alejando de Montserrat pero nada más lejos de la realidad, nos iremos acercando y adentrándonos en el corazón de la montaña casi sin darnos cuenta.

 

A la salida del pueblo atravesaremos de nuevo el río, ahora dirección Marganell, en una deliciosa carretera en ligero ascenso.

Rodeados de verdes prados salpicados por típicas masías, iremos alternando los falsos llanos con pequeñas rampas que afrontaremos con fuerza a bloque.

Cuando llevemos 5 km de pedaleo, uno antes de llegar a Marganell, pasaremos por un pequeño núcleo rural llamado Ca l’Estevenó.

Nada más salir de una curva, encontraremos a nuestra izquierda el desvío que nos llevará hasta Sant Cristófol, afrontando una pequeña rampa y viendo que la carretera, salvo algún descanso, va a ir tirando hacia arriba con decisión.

Entramos en pleno parque natural pero esta vez por el portal de Marganell.

El entorno nos va mostrando unos paisajes de espectacular belleza, con el enorme decorado de las piedras rocosas de Montserrat delante de nosotros, desafiante, misterioso.

 

En dos kilómetros dejaremos a nuestra derecha el núcleo rural de Sant Cristófol, sorteando alguna rampa al 10%.

Seguiremos por una carretera con muy buen asfalto, aunque durante estos 5 km que afrontaremos, justo antes de llegar a la parte más interesante de la ruta, apenas superaremos el 5% de desnivel.

A buen ritmo, llegaremos a una urbanización llamada La Calsina donde entraremos en la parte más inédita de la carretera.

Se nota mucho porque aquí hace pocos años se acababa la carretera, pero la han asfaltado recientemente y hasta se nota la línea donde finalizaba el pavimento, abriendo una nueva vía de acceso a la mágica montaña.

La carretera se estrecha y se convierte en un camino con encanto, con la ventaja de ser mucho más tranquila que la ascensión convencional, con tráfico prácticamente nulo.

La primera vez que vinimos por aquí a probarla ya nos gustó y mucho.

Es una pista con desniveles muy interesantes, de toboganes, en tramos cortos pero duros, tanto de subida como de bajada, afrontando muros entre el 15 y 18%.

Rodeados de almendros y cerezos en flor, con la montaña vigilante por encima de nuestras cabezas y con una visión espléndida y cercana de todo el macizo seguiremos siempre recto, esquivando desvíos que llevan a pequeñas masías.

Finalmente, saldremos a la carretera de Monistrol a Montserrat, justo en medio del famoso «Revolt de la Paella», unos pocos metros por debajo de la no menos conocida «Font dels Monjos».

 

A partir de aquí la carretera es de sobras conocida, la que nos dejará en la misma explanada del Monasterio.

A no ser que queráis buscar emociones fuertes escalando al cielo de Montserrat, podréis coger un desvío a la izquierda, lo que muchos llaman la ascensión a la prolongación del Alto de Montserrat, una pista de 2750 m que nos llevará al corazón de la montaña hasta el «Pla de les Tarantules».

Salvaremos un desnivel de 300 m, dando una media del 11%, aunque el kilómetro más duro lo encontraremos casi al final, nada menos que al 16% con una máxima del 30%, donde podremos contemplar la tremenda pared de piedra que se ha tallado en la roca de la sagrada montaña.

Pero esta excursión la dejaremos para otro día, ya os la enseñaremos.

Hoy no teníamos el desarrollo adecuado, ni las ganas, para afrontarla.

No os la perdáis, próximamente…

Foto: www.rosdemora.com

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Puertos de Montaña

Col de Braus, un clásico de los Alpes Marítimos

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El Col de Braus es un clásico de la zona de Niza y Cannes

El Tour 2024 va a ser el primero de la historia que no acabe en París a causa de los Juegos Olímpicos.

Si hace tiempo que sabíamos las etapas de la salida, ahora ya tenemos claro cómo va a ser el fin de semana final, en un sitio de vacaciones por antonomasia, la Costa Azul y los alrededores de Niza.

Entre otros sitios pasarán por el Col de Braus…

La primera vez que vi de esta subida fue en una de las páginas de la guía realizada por L’Equipe sobre Cols Mythiques du Tour de France.

Quedé impresionado por aquellos hermosos lazos que ascendían montaña arriba, muy cerca de la costa mediterránea francesa, superando las primeras estribaciones alpinas de la Provenza-Costa Azul. Fascinado por aquella carretera construida literalmente doblada en diversos giros a izquierda y derecha, estuve buscando más imágenes, pero todas las páginas web que encontré me mostraban siempre la misma cara: esos increíbles 9 zigzag que protegen la subida como una fortificación medieval.

Lo puse en el punto de mira del manillar de mi bici: tenía que contemplar en vivo como habían moldeado perfectamente aquellas horquillas en la montaña. Tardé unos años, pero por fin en una visita relámpago a la Costa Azul pude cumplir mi sueño. La motivación era doble: escalar aquel bello, y no demasiado duro, Col de Braus, y por otro, en mi particular búsqueda de tesoros cicloturistas, alcanzar su cima a 1002 m de altura y llegar a la Estela en memoria de René Vietto, otro lugar de peregrinación muy apreciado por los cicloturistas franceses.

Desde el mismo puerto de Niza, por una calle muy transitada, iniciamos su escalada, aunque no será hasta L’Escarene, histórico condado de la ciudad de la Riviera francesa, donde podremos decir que ya ascendemos con decisión el puerto: 10,3 km a una media del 6,4%, atravesando la hermosa población de Touêt de L’Escarene y un pequeño paso encajonado hasta afrontar la bella serie de curvas que poco a poco iremos dejando atrás, quedándonos sin palabras, mirando con tortícolis las tremendas herraduras que acabamos de escalar.

La visión de lo que un día llamó L’Equipe “alambique”, “tirabuzón”, “kriss malayo” (antigua espada flamígera) o simplemente “cric”, palabra que con imaginación podemos leer en su vertiente, nos dejará una grata sensación al coronar a esos mil metros y disfrutar de una increíble panorámica de 360º desde los picos más altos de esa maravilla natural que es el Parque Nacional de Mercantour hasta el intenso azul del mar Mediterráneo.

En su cima encontramos la Estela a René Vietto, lugar de culto. En ella están depositadas las cenizas del ciclista nacido en Cannes en 1914, considerado como el mejor escalador anterior a la Segunda Guerra Mundial. A su muerte, el 14 de octubre de 1988, y por expreso deseo de “Le Roi René”, sus restos descansan aquí, 54 años después de que el francés realizara una exhibición ascendiendo sus rampas.

Hubo una época en la que el Tour de Francia frecuentaba con asiduidad los Alpes Marítimos 

El paso por el llamado Arco de Sospel (no muy lejos de Monte Carlo), con las ascensiones al tríptico Braus, Castillon y La Turbie, entre Niza y Cannes, era habitual en las primeras ediciones del Tour entre 1911 y 1939. El Col de Braus, incorporado a la Grand Boucle aquel primer año junto a los grandes cols alpinos a propuesta de Émile Georget, mítico vencedor en el Galibier, fue puerto de paso en 24 de las 28 primeras ediciones. Desde entonces sólo se ha vuelto a ascender dos veces: en 1947 y la última en 1961. Ha pasado demasiado tiempo.

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René amaba el Col de Braus, y éste se dejaba querer entre sus curvas. Fue en 1934 cuando el joven debutante de Cannes, con tan sólo 20 años, ganó esta etapa del Tour, la 11ª, caracoleando en primera posición Braus, Castillon y La Turbie. No fue una sorpresa, porque ya venía de ganar dos grandes etapas alpinas, pero en la 16ª, y cuando estaba a punto de ser nuevo maillot amarillo, su líder indiscutible, Antonin Magne, cae y destroza la bicicleta. Enterado del accidente, René no duda en dar la vuelta, algo que por entonces estaba permitido, hasta encontrarle y cederle la suya.

Antonin ganó aquel Tour gracias al generoso acto de René, que perdió todas sus opciones de victoria, cediendo aquel día más de cinco minutos en favor de su líder. Dicen, los que lo vieron, que Vietto quedó sentado en un muro, llorando, esperando el camión de reparación. Aún y así fue quinto en aquella edición, llevándose el trofeo al mejor escalador y consiguiendo rehacerse ganando la 18ª etapa entre Tarbes y Pau, con el Tourmalet y el Aubisque de por medio. Aquel detalle con su jefe de filas le hizo ganar mucha popularidad y simpatía entre los franceses pero sobre todo, como rezó L’Equipe, “René se convirtió en un escalador eterno, como el diamante”.

Imagen: Ciclismo Épico

 

 

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La Covatilla, la cima «blanca» de la Vuelta

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La Covatilla - Santi Blanco JoanSeguidor
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En La Covatilla se juega la suerte final de la Vuelta y la temporada 2020 

Recordando La Covatilla no podemos evitar que nos venga a la memoria la imagen del salmantino Santi Blanco, porteño de Puerto de Béjar (a 8 kilómetros de Béjar), escalando con dificultad las terribles rampas de esta gran cima bejarana.

Os invitamos este segundo domingo de noviembre, a desplazaros hasta la Sierra de Béjar en Salamanca, para que probéis de primera mano, y en vuestras piernas, la dureza que no se esconde en este alto de La Covatilla camino de su estación de esquí.

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Una ascensión terrorífica con varios kilómetros enteros por encima del 10% y rampas máximas de hasta el 17% de desnivel.

Un muro que se dio a conocer al mundo del ciclismo un 26 de septiembre de 2002, con la disputa de la 17ª etapa de la Vuelta.

Otra jornada para el recuerdo.

 

En ella se ponía al descubierto otro puerto inédito de categoría especial con una carta de presentación tremenda con sus duros desniveles pero que se mostraba ante la afición como un puerto puro, con una calzada nueva con un firme en un estado perfecto para que se deslizaran cuesta arriba las finas ruedas de los ciclistas.

No en vano, la estación de esquí se había inaugurado un año antes, no sin polémicas medioambientales con los ecologistas que se oponían, abriendo un espectáculo grandioso con unas vistas impresionantes desde la estación de sierras y pueblos como la de Gredos o la propia ciudad de Béjar.

A los pies de La Covatilla, Lale Cubino

Desde esta localidad que vio nacer otro gran ciclista como nuestro protagonista –Lale Cubino– y que hace que nos preguntemos qué tendrá esta tierra para dar tan enormes escaladores como el propio Cubino, Santi Blanco y, cómo no, Roberto Heras, porque aquella jornada de septiembre en la Vuelta a España ganó el porteño, agónicamente pero ganó, pero sobre todo venció Béjar, situada a 950 metros de altitud (quizás de este dato podamos extraer una buena explicación de por qué es cuna de grandes corredores), porque en aquella etapa además quedó en segunda posición Roberto Heras, en la edición que perdió el maillot oro en la última contrarreloj a manos de Aitor González, que ganó en el inédito final del Estadio Santiago Bernabeu.

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Aquel día los salmantinos hicieron bueno el dicho y fueron profetas en su tierra con la descomunal cabalgada de un motivado Santi Blanco, dejando el pelotón a más de 6 minutos a 10 kilómetros para meta, tiempo que tuvo que administrar con mucho sacrificio, pasándolo bastante mal ante el empuje de Roberto Heras que aceleró brutalmente dejando de rueda a Aitor González que aguantó todo lo que pudo, bastante más de lo imaginado, y que fue su gran rival para ganar aquel año.

Y es que sólo 40 segundos, de la renta que llevaba, le separaron de su vecino bejarano, en una ascensión que todos sufrimos viendo como Santi iba perdiendo los minutos de ventaja como un collar de perlas roto, retorciéndose en una primera rampa superior al 10%, pedaleando con mucha dificultad el resto de la ascensión mientras Roberto daba un recital por detrás.

 

Hasta que no entró en el último kilómetro, con un minuto de adelanto, no supo que iba a ganar aquella etapa a casi dos mil metros de altitud, superando la rampa final al 14% y tocando el cielo alzando sus brazos al viento, igual que lo haréis vosotros cuando superéis el tremendo muro bejarano.

Béjar al poder.

Por Jordi Escrihuela

Imagen tomada de El Norte de Castilla 

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Seis cosas que le dio el Angliru al ciclismo

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Cuando el Angliru entró en el recorrido de la Vuelta, ésta no volverá a ser la misma

Ya lo dijimos, con el Angliru cambió todo. 

Pero aquella tarde de septiembre, cuando el pelotón se puso rumbo al Angliru desde León para ver al Chava en su día de más gloria, el ciclismo inició un camino de retorno por que iba ruta de la cima que iba a romper las reglas.

 

En breves cuentas el Angliru le dio al ciclismo…

1. Un símbolo, otro más para el ciclismo, el Angliru fue un regalo, como el día que se descubrieron los Lagos de Covadonga, o se holló por primera vez el Tourmalet, sitios clave en la historia de este deporte más que centenario.

2. Una historia narrada por los grandes, por los que trascienden al deporte, recuerdo estrellas de la radio en directo, Manolo Lama, que no será santo de nuestra devoción, pero que estuvo ahí dándole jabón al Chava, el corredor que en ese momento cargaba con el peso de una fama que excedía cualquier lógica.

3. Un día para encumbrar el Chava, un ciclista que nunca nos apasionó, pero que rompió el corazón por media España. En su leyenda siempre quedó la remontada en el Angliru, el premio in extremis, adelantando a Pavel Tonkov en el descenso previo a meta, entre la niebla y los coches.

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4. Un nuevo ciclismo, un ciclismo que premiaba los desniveles, que buscaba las paredes, una tendencia que con los años se acentuó, pero que parece más contenida, los muros se frecuentan, pero no tanto como .

5. Un puerto mediático, el Angliru fue el primer puerto que ocupó portadas, por sus pendientes, curvas, dureza y dificultad, llegando incluso a superar a los ciclistas.

6. El faro de la Vuelta que en su desafío logístico apostó por irse a un sitio que le diera lustre y proyección, entre todos los colosos asturianos, tuvo que aterrizar en éste.

Desde entonces el Angliru ha coronado a grandes escaladores como Heras, Simoni o Contador, el único que ha ganado dos veces aquí.

Siete veces ha entrado en la ruta de la Vuelta, se prevé volver este año si la situación se normaliza.

Si nos pedís uno, aquella subida de 2002, cuando ganó Heras con Aitor González y Oscar Sevilla tirándose los platos por detrás… esa tarde fue caliente, a pesar de la lluvia que todo lo empapó.

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Marie Blanque en el Tour: Por fin va a ser decisivo

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Marie Blanque Tour 2020 JoanSeguidor
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El Tour 2020 le da la mil veces negada oportunidad de ser trascendente al Marie Blanque

Ya están los Pirineos aquí, y el Col de Marie Blanque no será una montaña más, ni de paso, en el Tour de Francia 2020.

Sobre el lugar, la «dama blanca», nuestro compañero Jordi Escrihuela nos escribió hace un tiempo…

Lo he ascendido once veces, las cinco primeras de forma consecutiva (1997-2001) y podría dar para escribir un libro todas las sensaciones, para lo bueno y lo malo, que yo he vivido ascendiendo este puerto. Aquellos años encadenado al terror de los Pirineos Atlánticos tuve una extraña sensación: cada vez que volvía y me enfrentaba al muro de sus 4 km finales y engranaba todo lo que llevaba detrás (desde 39×26, pasando por toda la gama, hasta el compact 34×27) me daba la sensación como si el tiempo no hubiera pasado y allí me veía de nuevo escalando mi dulce tortura (Miguel Gay-Pobes), como si lo hiciera eternamente, pedalada a pedalada, buscando la siguiente curva, esa que no llega nunca, para intentar distraer la cabeza.

 

Podría deciros que casi todas las subidas que he hecho a esta mole han sido bien diferentes, pasando un calor de morirse (40ºC, 1998) a la niebla, la lluvia y el fresco de otras ediciones, sin poder llegar a decir que he pasado frío, pues esto, en el Marie Blanque, es imposible que suceda y siempre con sensaciones variadas, buenas o malas, aunque estas últimas siempre me han ganado por mayoría absoluta con “esa sensación de intentar avanzar sobre una bici estática” que tan bien describía el propio Miguel Gay-Pobes.

Como gran anécdota, recuerdo mi primera ascensión. Sus primeros kilómetros decepcionaron un tanto a los que me acompañaban (“¿Esto es el terrible Marie Blanque? Esto no asusta a nadie”) Y que incluso subían a plato aquellos suaves primeros desniveles. Qué equivocados estaban, cuando de repente se toparon con el muro, la famosa recta infernal de 4 km al 12%, que muchos afrontamos completamente atrancados, otros haciendo eses o bien andando con la bici en la mano.

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El Marie Blanque no es un col más, es muy conocido por el populacho, y en el Tour 2020 por fin tendrá la relevancia que merece.

Recuperamos las sensaciones de Nacho cuando la cima se programó para julio, y nos llega un seis de septiembre.

Cosas del 2020.

 

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