Opinión ciclista
Paris-Tours: la carrera de los lebreles
La Paris-Tours ofrece velocidad, emoción y un final trepidante
La París-Tours es una carrera triste.
Ni siquiera está considerada como Monumento.
No es la Milán-San Remo, con su mítico Poggio, ni la París-Roubaix, con sus legendarios sectores de pavés.
Tampoco es la Liège-Bastogne-Lièga, con sus épicos y durísimos muros, y sin embargo, la París-Tours, es una prueba única con una personalidad muy exclusiva.
No tiene el reconocimiento de la afición si la comparamos con las grandes clásicas citas de primavera, por eso aún le concede más mérito que haya sobrevivido durante más de 100 años, siendo una de las más longevas y regulares del calendario internacional.
Una clásica venida a menos que sólo en los últimos años parece reivindicarse de nuevo.
Amada y despreciada a partes iguales, el buen aficionado, el seguidor «gourmet», no se corta a la hora de decir que esta carrera clásica de otoño es una de las mejores de la temporada.
¿Sorprendidos?
Quizás no para los que la conocen a fondo, y la siguen año tras año, porque han descubierto que aquí los ciclistas no se esconden, siempre hay batalla, honorando al ciclismo y engrandeciéndolo hasta su máxima expresión.
Sus incondicionales hablan de ella como una carrera de garra, lucha y tesón, una auténtica delicatessen para disfrutar un domingo de otoño.
¿Por qué motivo esto es así?
¿Qué se está perdiendo el aficionado que no la sigue por tratarse de una carrera larga, llana y aburrida, que casi siempre ganan los sprinters?
Un recorrido tan lineal, sin jueces de paz, sin lugares cruciales en los que se pueda esperar de todo: un cambio de ritmo, una exhibición de fuerza o, por el contrario, algún desfallecimiento memorable, y sin embargo sí favorece otros factores, otros «juegos» de carrera: los cortes, los movimientos tácticos o los palos en los repechos.
Una carrera que la han definido siempre como magnífica, que recorre las grandes extensiones de campos agrícolas de la Beauce, pasando por los pequeños bosques de la Val-de-Loire, hasta llegar a la Rue du Grammont, su lugar más mítico: una amplia avenida recta de 2 kilómetros donde los ciclistas tumban sus bicicletas y se ponen a más de 70 km/h, siendo sin duda alguna el templo particular de los sprinters, igual que el Alpe d’Huez lo es para los escaladores.
Los amantes de la París-Tours nos cuentan que siempre la disfrutan y nunca les defrauda, porque con un perfil tan insulso quienes endurecen y hacen la carrera son los ciclistas.
Por eso la París-Tours tiene su público exclusivo, una afición entregada, una carrera que llega avanzado el otoño y cuando los plataneros pierden sus hojas.
La mejores medias son en la París-Tours
Por este motivo, junto al Giro de Lombardía, la prueba es conocida con el melancólico nombre de la «Clásica de las hojas muertas», aunque su carácter siga permaneciendo perenne, siempre visible, a pesar de todo, e imperturbable.
Y rápida, muy rápida, porque en este terreno sin cotas ni cols, sin pavés ni caminos de tierra, en un perfil que no engaña, los velocistas se lucen en su terreno.
Prueba de ello es que «la cinta amarilla de la carretera» se concedía al corredor que conseguía la media más rápida en una carrera de una ciudad a otra con una distancia de más de 200 km. La mayoría de las veces se conseguía en París-Tours. Aunque no siempre.
Si bien se conoce también como la «Clásica de los sprinters», en octubre ya no quedan muchas fuerzas en el pelotón, por eso no siempre se produce el deseado sprint masivo: se puede llegar en solitario o en pequeños grupos.
Creada por el periódico París-Vélo en 1896, era rápida hasta tal punto, que en 1965, los organizadores decidieron, excepcionalmente, suprimir el uso del cambio de piñones para provocar una selección.
En 1974 y 1977 la carrera cambió el sentido y se convirtió en Tours-Versalles.
Después, a partir de 1978, ésta fue el Gran Premio de Otoño, de Blois a Montlhéry, Blois-Chaville (de 1979 a 1984) y Créteil-Chaville (de 1985 a 1987), con el riesgo de perder su identidad.
Por eso son muchos los aficionados que reclaman mayor reconocimiento a esta «clásica de los lebreles», porque en ella se han escrito páginas de la Historia desde que en su primera edición profesional en 1901 la ganara Jean-Baptiste Fischer, pasando por gigantes de la carretera como Octave Lapize o Lucien Petit-Breton, entre ediciones disputadas con sol, lluvia en otras y viento a veces, y donde la afición a esta clásica otoñal ha disfrutado de sonadas victorias como la de Virenque, en solitario, después de una eterna fuga, los piques entre Gilbert, Boonen y Pozzato, la arrancada de Gaviria en 2016, la victoria de Erik Dekker en 2004, el pinchazo de Van Avermaet, la guerra Wallays contra Voeckler, hasta la confirmación del pasado año de Trentin.
Por todos estos motivos, a pesar de que muchos la sigan considerando una prueba de segundo nivel, ha recuperado mucho prestigio esta clásica que pasó décadas en una profunda depresión, y es que la París-Tours por su carácter inmutable, histórico e institucional, es un objetivo ambicioso para muchos ciclistas que ven su oportunidad a final de temporada y, sobre todo, una cita ineludible para cualquier buen aficionado al ciclismo… auténtico.
Por Jordi Escrihuela
Imagen tomada de FB de París-Tours
Opinión ciclista
Tour: Estas etapas matan el ciclismo
La primera de las etapas en Francia ha sido un lastre para el Tour
En un ciclismo, en una sociedad de paciencia menguante, como leo a Ander Izagirre, etapas como la primera del Tour en Francia son un tiro en el pie de este deporte.
Llego ahora a casa y leo que os estáis aburrrrriendo con la etapa tostón del Tour. Aquí tenéis algunas decisiones brutas y cómicas que tomaban los organizadores de Giro, Tour y Vuelta contra el aburrrrrimiento. pic.twitter.com/HDRvFMGrRr
— Ander Izagirre (@anderiza) July 4, 2023
No hablamos del deportista, ni de su necesidad de tomarse un respiro en una jornada que conecta la salida vasca con los Pirineos, que puede ser tomada con más o menos calma, hablamos de imagen, de la percepción, de la sensación que, o eres un enfermo de esto, o es imposible tragarse semejante bodrio.
¿Lo mejor?
La retransmisión, como casi siempre, aunque para conocer las Landas, quizá mejor los documentales de La 2.
La imagen de recreo y asueto generalizados esta jornada de julio fue el mejor tarjetón de invitación a la siesta.
Ya veis, el mito de la siesta y el ciclismo, con la voz de Perico o Javier Ares de fondo, en el calor de julio, las jornadas intensivas en el trabajo.
El ciclismo no puede permitirse etapas así, el Tour, tampoco.
Es la etapa cuatro del Tour de Francia 2023, no estamos en ruta hacia los Campos Elíseos, de homenaje al ganador, ni tampoco en el día después de una gran batalla.
Las fuerzas están frescas y las etapas buscan ganadores y protagonistas en su desarrollo.
El hecho que lamentaba Antonio Alix, sobre los belgas atacando al unísono, como en una broma pactada con la moto de Philippe Gilbert, define un paisaje triste, indigno de la mejor carrera del mundo.
El comentario de Contador, sobre cómo suben los clicks de su marca de bicicletas cada vez que uno de los suyos va en fuga debería ser de conocimiento generalizado en el pelotón, a sabiendas que hay mucha gente mirándoles, pero también equipos de marketing calculando cada segundo que su marca tiene exposición en la televisión.
Jasper Philipsen repitió triunfo en una de las peores etapas que recuerdo del Tour, y eso que hay unas cuantas, pues fumadas suceden cada año, puntuales a la cita.
El ciclismo no se puede permitir días así, los ciclistas por intocables que crean, tampoco.
Seguro que vendrán grandes días de ciclismo, pero si a la larga estos trayectos decantan la balanza sucederá que igual no habrá dinero para todos.
Imagen: A.S.O./Charly Lopez
Noticias de ciclismo
Qué poco sabemos sobre el Tramadol
Ahora mismo sólo el ciclismo ha prohibido el Tramadol
Cierto es que no es dopaje, no al menos sobre el papel y en la norma, pero a mí que me lo expliquen ¿qué cojones pasa con el tramadol?
En otras palabras, no se puede dejar de golpe https://t.co/34sQQ5uT7n
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) December 10, 2022
Su nombre corre por los mentideros hace tiempo, no da beneficio alguno en el rendimiento, sobre el papel, pero pitar con esto, o similar, te puede valer la ruina.
En ciclismo ya está prohibido, en otros deportes habrá que esperar, como si se necesitara un tiempo de transición para dejarlo estar.
La sensación, si no fuera porque la hemos visto mil veces en el deporte, sería fea, extraña, casi nauseabunda.
La cosa es sencilla, es matar la sensibilidad del deportista para que éste se centre en el rendimiento sin que nada moleste, si quiera eso tan humano que es el dolor por el esfuerzo fuera norma que esta gente practica.
Ver su gestión denota que hay que poner tanta gente, tan diversa, de acuerdo que parece hasta siniestro que a nadie se le hubiera ocurrido antes.
Otra muesca más en quienes dicen mirar por la salud del deportista
Pillaron en Catar, en puertas del mundial de fútbol a un tipo con 2000 pastillas de Tramadol, como aquel auxiliar de Festina cargado de mierda que cazaron en la frontera entre Bélgica y Francia camino de la salida del Tour en Dublín.
No sé si adujo «consumo privado» en su defensa.
En aquel caso, ya sabemos lo que pasó, en este caso es un argumento más para quienes abogan por el tramadol fuera del deporte, no sólo del ciclismo.
Como me decían en twitter este finde ¿qué no sabrá la WADA sobre el tramadol para hacer esto?
Y lo más tétrico: ¿Qué se habría evitado de haberle puesto coto antes?
El Tramadol no es dopaje, insisten, y escribo constantemente aquí, pero todo lo que toca lo pudre y estigmatiza.
Se utilizó como arma arrojadiza para los irresponsables que iban a saco en algunas llegadas, sin miedo ni complejos, y ahora pesa como una losa sobre una de las grandes estrellas del pelotón, el amigo Nairo, que sigue sin equipo, oficialmente reconocido a puertas de Navidad.
Lo lamentable de todo esto es que, como muchas veces digo, es que estamos ante la punta del iceberg… ¿cuánta parte del cuento nos estamos perdiendo?
Opinión ciclista
Luis Enrique y la mal llamada prensa deportiva
Lo que está sucediendo con Luis Enrique es el termómetro de la prensa que se llama deportiva
Este es un tema que cuando empecé este mal anillado cuaderno solía tratar, pero con el tiempo dejé de lado, por ser imposible sacar nada bueno. Hablo de eso que llaman prensa deportiva.
Admito que me gusta el mundial de fútbol, me gusta mucho, desde siempre, su historia, las leyendas, las sedes… es una mística que sólo los Juegos Olímpicos y ciertas carreras ciclistas, diferentes cada año, según resulten, pueden igualar.
Antes del evento en Qatar, ya sabíamos que el ambiente alrededor de la selección española iba a estar condicionado por la figura del seleccionador, un gran aficionado al ciclismo además, Luis Enrique.
Pues bien, no ha hecho más que empezar el evento y tenemos llamas en las redes contra Paco González, en representación de la camarilla, por su diatriba ante el seleccionador.
Al margen que me parezca que tenga o no razón, el fútbol es algo tan apasionante como espectáculo colectivo, que esto, para mí es una menudencia, lo que me alucina es el ensañamiento gratuito contra una persona que podrá caerte mejor o peor pero que si está será por haber demostrado méritos suficientes para ejercer.
Es la bronca política, el negarle toda cualidad al adversario, llevada a la prensa que se dice deportiva.
Para la gente del ciclismo, la verdad, lo que tenga que decir esta gente poco o nada nos va a sorprender.
Con los años nos han regalado análisis sesudos como aquel que decía que el ciclismo es un deporte fácil porque van sentados o los mismos que medían la salud del ciclismo español por la cantidad de corredores que iban al Tour.
No entremos en cuando hablaban de dopaje.
Ahora, parece que a muchos se les ha caído la careta de esta camarilla.
España, lo siento, no tiene prensa deportiva, tiene una banda de malos actores, aireando lo peor de algo tan hermoso como el fútbol, para sacarse el sueldo a final de mes.
Lo triste es cuando se acuerdan de otros deportes, tipo ciclismo, y sale a flote toda su desconexión con la realidad del deporte.
A mí personalmente Luis Enrique me cae bien, sé que no es políticamente correcto pero al menos lo ves venir.
Y como repiten muchos, por cualquier cosa, hay que bancarle: que en sus famosos streams diga que está pendiente de la campaña de ciclocross me parece genial.
Tenemos aquí un buen embajador, un ciclista de papear kilómetros y sacarle todo el partido a la flaca.
Sólo por eso, y por destapar el disparate que algunos ejercen cada día en nombre de la prensa deportiva, le tenemos que querer.
Nosotros somos modestos, hablamos de nuestro deporte, nos equivocamos mil veces, pero somos directos y transparentes en nuestra opinión, pero sobretodo hablamos de algo que nos apasiona y lo hacemos con cariño infinito.
Opinión ciclista
Faltan datos para valorar el convenio de Movistar con Arabia
El anuncio de colaboración de Movistar y Arabia es incompleto
Dinero e influencia árabe en el deporte occidental es algo tan corriente, que a veces no entiendo tanto revuelo como ayer, cuando supimos del acuerdo de colaboración entre el Movistar Team y Arabia Saudí, a través, tengo entendido, de su federación.
Lo cierto es que el anuncio de ayer entra el molde habitual de estos comunicados.
Hablan de colaboración, lo centran en personal técnico y métodos de entrenamiento, pero poco hablan de lo que todos queremos saber: la panoja.
Y es así, y así lo refleja, por ejemplo, Cyclingnews, que deja la duda en el ambiente, cosa que no he leído en otros sitios.
Hace unas semanas, durante la Vuelta, Eusebio Unzue habló de dinero fresco para la estructura, luego vinieron los efímeros rumores de Repsol y ahora esto.
¿Es Arabia el mecenas que va a incrementar el presupuesto del Movistar Team?
Esa es la madre del cordero y la pregunta para la que nadie tiene, ahora mismo, una respuesta, por mucho que nos podamos imaginar que así habría de ser.
Como decía al principio, dinero e influencia árabe en el carísimo deporte occidental es un hecho que ya sabemos no es exclusivo del ciclismo.
En el caso de Arabia Saudí, es obvia su relación con el fútbol español, además de invertir en otros deportes como Fórmula 1, golf y ciclismo, con el Saudi Tour que les organiza ASO, como uno de esos bolos de pretemporada en medio del desierto, antes que empiece la campaña trascendente.
Para los países de la zona, es capital sacarse de encima el yugo del petróleo activando acciones ajenas al mismo, bien asesorados desde occidente.
Empezaron entrando en marcas de lujo de moda, colonias y esas cosas, siguiendo por infraestructuras y llegaron deporte, viendo el ciclismo como algo muy occidental en lo que también les interesa estar presentes y de paso blanquear su imagen.
A nadie se le escapa que estos países no son paradigma de derechos humanos ni tde rato igualitario entre mujeres y hombres, pero eso no ha sido óbice para negar su dinero y que siga la fiesta.
Porque cuando aplaudimos a un corredor del Bahrain o el UAE, o a ver el año que viene el Movistar, nos desproveemos de todos los prejuicios que podamos tenerles.
Hay en este sentido una entrevista muy interesante a Gino Mäder, corredor que ha tenido cierto compromiso con temas como el medio ambiente, en la que se encoge de hombros cuando se le pregunta por el sueldo que percibe y su pagador, el estado de Bahrain.
Vengo a decir que sí, que no es estético, que no es edificante de primeras, pero que el tinglado necesita de pasta y ésta ahora mismo está en ese lado del hemisferio y aunque nos hagamos cruces, el que gestiona las estructuras no dudará en cogerlo si en ello le va el futuro.
No olvidemos que en breve veremos un mundial de fútbol sacado del verano por jugarse en Qatar y que todos acabaremos mirando para otro lado en estas cuestiones.
Como en todo, el diablo está en el detalle y no sabemos el 100% del contenido de ese acuerdo, cuánto le supone a las arcas del gestor del equipo y que contraprestaciones tendrá, por ejemplo, en el maillot.
Por eso practicar la autopsia antes de cualquier saber el precio de todo esto, me parece precipitado.
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