Me perdonaréis, el ciclocross siempre ha sido apreciado en este mal anillado cuaderno, pero hasta hoy no me he podido poner con el adiós del que considero mejor especialista de la modalidad a este lado de los Pirineos. Sí hablo de Egoitz Murgoitio, el mismo que desmotivado dejó la práctica del máximo nivel y el mismo que varios años después de estar picando a la puerta no pudo ser campeón de España. Con todo perdemos un grande.
Porque con Murgoitio se muere una parte notable de esta modalidad de invierno y frío en España. Se pierde primero un excelente competidor, el más genuino fuera de nuestras fronteras. Un corredor que no escatimaba en las curvas y en más de una se acabó por descalabrar, como ese día en Namur. Sin embargo con Murgoitio fuera, y la elección de Jonathan Lastrs por centrarse en la carretera, el ciclocross español pierde su “Fidea”.
Sin ambos Hirumet pone fin a esa trayectoria iniciada hace unos años con el objetivo de llevar a especialistas hispanos a las carreras en las que sólo podía mejorar por mucho que los primeros circularan a distancia.
Hemos hablado con el joven Lastra y esto es lo que nos ha dicho:
“Sin Egoitz el vacío será muy grande. Él era el ciclista más fuerte y sin ninguna duda el mejor ciclocrossista nacional en muchos tiempo. Todavía tenía mucho margen por delante y con su salida se va el referente. Con él aprendí muchas cosas: a preparar mejor las cosas, a medir mejor presiones que hay que llevar, cómo enfrentarte a las pruebas importantes,… pero sobre todo aprendí la forma de ver a los rivales. Ellos no tienen por qué ser más que tú. Eso siempre me lo inculcó”
“Egoitz fue un corredor elegante encima de la bicicleta y sabía sufrir en carrera. Nos volvió a poner en el mapa del ciclocross. Además, gracias a su nivel también consiguió que el nivel nacional aumentara”
Ahora el ciclocross español tiene dos representantes genuinos, los dos últimos campeones, Aitor Hernández y multilaureado Javier Ruiz de Larrinaga, ellos son el faro y creo que sería justo decir que son un poco mejores gracias a a competencia directa y sin rodeos que Egoitz un día les planteó.