Si Van Avermaet tuviera un sucesor, Van Aert sería el primero en la línea
Entre los «Van» belgas hay dos que sólo puedes querer: Greg Van Avermaet y Wout Van Aert.
El otro día cuando el del Jumbo tiraba carretera arriba hacia Siena con idea de ganar su primera gran carrera y el del CCC tiraba y tiraba por detrás, descolgado, con otro que no les va a la zaga a ambos, Stybar, vi clara la analogía entre ambos.
Van Aert y Van Avermaet son ciclismo con mayúsculas, son roca y piedra, juncos que no se doblan, endurecidos por su profesión, pero también por lo mucho que les cuesta sacar el premio que merecen, dos ciclistas cincelados en la adversidad, con sendas estrellas a su lado que lo hace todo y lo hacen fácil, como Van der Poel y Sagan, respectivamente, cosa que no les quita un ápice de convencimiento en su labor y su objetivo.
Tras mil carreras perdidas, tras cientos de derrotas, tras descolgarse o perder el corte bueno, ellos siguen, siguen y siguen y ocurre que llega el día en que, como siempre están, tocan pelo, y entonces es la hostia.
Esto es así, una realidad tangible.
Wou Van Aert venía de un año de espanto.
Justo cuando ganaba la Strade Bianche recordaba que un año antes estaba saliendo del hospital tras casi destrozarse la rodilla en una caída en la crono del Tour.
Partía Van Aert, ese día, como uno de los nombres a seguir en el test individual, pues acaba de ganar una en el Dauphiné y la etapa anterior -al sprint- en el mismo Tour y acabó por los suelos, hecho añicos.
Pero como en mil carreras de ciclocross le habrá pasado, él reconstruyó el camino, pieza a pieza, para llegar otra vez al punto óptimo, al mejor de su vida, dijo en Siena, para lograr el triunfo en la carrera en la que se había postulado dos años antes.
¿Cuántas veces hemos visto perseguir a Van Aert y cuántas a Van Avermaet?
Son ciclistas que dignifican este deporte, que le dan solidez moral y física y para más INRI el ciclismo les devuelve parte de lo que merecen.
Nunca se dejan caer, ni en las circunstancias más adversas y en el caso de Van Aert pregonan ese ciclismo 360 grados que tanto nos gusta, entrando en colisión con aquellos que siguen pensando que la carretera es un coto al margen del resto, que ciclocross o pista no son beneficiosas ni extrapolables a la carretera, cuando lo que hace falta son piernas y talento y todo lo demás suena a excusas.