La dureza de este Mortirolo seguro que saldrá en el tramo final del Giro
Si alguna mente pensante en el Movistar imaginó una grande perfecta, el Giro de 2019 se aproximaría mucho a ese ideal .
El equipo celeste lo tiene en su mano, no es una exageración, ni vender la piel del oso.
Es una carrera que Movistar está ganando a diario, sacando partido a todos los elementos de su ocho en Bolonia, en cada momento, en el preciso instante.
Estamos perplejos.
Algunas veces tuvieron el equipo, pero no la idea.
En otras, quizá al revés.
Este Giro, Movistar lo tiene todo, la estrategia, el equipo y las piernas
Y ese es el resultado, una jornada legendaria, con lluvia remojando los ciclistas en las complicadísimas rampas del Mortirolo, en la que Richard Carapaz sigue de rosa, distancia a Roglic y comprueba que su compañero, Mikel Landa va cada día a más.
Es lo que hay, y la general no engaña.
Vicenzo Nibali es la principal amenaza a la hegemonía telefónica, es lo de Como pero un poquito más.
Las caretas se han caído y el siciliano es un corredor que juega a genio, porque atacar casi en la base del Mortirolo es de una confianza que supera con creces la media.
Vinceno Nibali llevó la carrera al límite, y peso cayó a plomo.
Cuando decimos que a Movistar le sale todo venido aquí tenemos otra muesca.
Con su ataque Vincenzo Nibali estaba descolgando a Primoz Roglic, la pesadilla en chez Unzué.
Una pesadilla que ahora pasa a preocupación relativa, aunque el esloveno no está descartado para nada, es complicado pensar que antes de la crono deje las cosas como a la salida de esta mañana.
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El esloveno a dos y pico de Carapaz es amenaza, pero mucho menos ni punto de comparación que por debajo del minuto
Esto es tener los deberes hechos con adelanto.
Ahora bien, está la otra etapa del Mortirolo, la que no vemos, y posiblemente percibamos en unos dias.
El desgaste que se posa en las piernas de los corredores, esa raya de la batería que baja y baja hasta entrar en reserva.
Un desgaste que no se plasma en la general, hoy, pero que en días venideros cabrá apreciarlo.
Porque las caras eran espejos del alma, ojos enrojecidos, pómulos prominentes, rostros afilados, miradas perdidas…
Eso se ha visto hoy bajo el chaparrón del Mortirolo.
Vienen días de truenos y rayos, el atractivo de este Giro que entra y sale de la primera al verano y viceversa tiene esto, que te consumes de calor, y al día siguiente el agua te pone veinte grados por debajo.
Palizas al cuerpo que son, como decimos, invisible en las estadísticas de esta etapa, pero que ponen plomo en los corredores, en su cuerpo, en sus piernas, en su ánimo.
Movistar lo tiene muy bien para ganar este Giro, pero en esas circunstancias, cuando muchos flaquean, Vincenzo Nibali se crece, y el tiburón, que parece reinventarse tras cada caída, tras cada traspiés, no va a parar hasta Verona.
Y eso debe inquietar, porque a diferencia de Roglic, cuyo equipo no está para cohetes ni para aventuras que pongan al esloveno donde estaba hace cinco días, Nibali sí tiene gente alrededor que le puede empujar hacia adelante.
Cuenta con un buen equipo, especialmente Caruso y Pozzovivo, incluso con Ventoso y los bidones que pueda darle si se cruza en su camino, porque su hermano Antonio, pobre, casi provoca la neutralización de los Movistar en la primera parte del Mortirolo.
Por eso, calma y esperar verlas venir, algo muy de Eusebio, que ahora sí se justifica.
Porque esto es largo, y los cinco días hasta el final infunden respeto y casi miedo, algo que parece no tener Guilio Ciccone, un corredor que corre de azul porque es el capo de la montaña de este Giro, de inicio a fin, quitándole emoción a una de las maglias más apreciadas del imaginario.
Que ganara esta etapa es un premio merecido para él y su equipo, que además mete a Mollema en quinta plaza, ideal para este neerlandés tan apegado a los puestos de honor.
Imagen: FB Giro d´Italia