Recuerdo un Giro, no sé si el del 2000. Isaac corría en el Kelme, causaba furor su forma de competir. Hasta Mario Cipollini hablaba de aquel “intrépido español”. Isaac siempre fue así, intrépido, pecho descubierto y mirada de amplio radio. No entendió la vida sin velocidad, sin riesgo, y quizá por eso, porque vivió tan deprisa, se nos fue tan pronto.
Y han pasado diez años de su pérdida. Recuerdo la fría mañana de noviembre, en una fiesta de cierre de año de la Federació Catalana de Ciclisme. Recuerdo las primeras palabras que tuve, cara a cara, con un tipo que ahora no deja indiferente, Ibon Zugasti, recuerdo que el nombre de Isaac estaba en el aire. Era la persona que nunca más volveríamos a ver.
Estos días de competición en Gante, en los que posiblemente sean los seis días por excelencia del calendario se puso recuerdo sobre la efeméride. Que un ciclista muera en la pista es alto difícil. Los pistards son diestros en el manejo de su máquina, saben medir distancias, colocarse en las panzas del grupo. Leen la carrera y a donde no llega su físico, compensa su inteligencia.
El pasado fin de semana, En Gante se vivieron momentos de delirio con un final de americana de órdago con Bradley Wiggins sacando a relucir una clase imperecedera. Si el apellido Wiggins es historia en el ciclismo en pista, el de Gálvez también. Campeón del mundo de americana, él y Llaneras fueron la pareja más temida a este lado del ciclismo. Veloz, él buscaba los puntos en el sprint, mientras Joan hacía los ataques de largo radio. Aunque ojo, ello no significaba que fuera cojo en el relevo, pues formó también parte de la cuarteta.
Si hubierais un poco de callejeo por las bellísimas calles de La Geltrú, habríais visto la tienda familiar, el templo donde se guardaba la memoria material de uno de los palmarés más singulares del ciclismo español. De aquella tienda, y de la UC Vilanova, salió adelante, la Clásica que lleva su nombre, surgida en medio de lo peor de la crisis y que en pocos años se ha situado entre las citas emblemáticas de Catalunya, con tramos entre viñedos del Penedés que dan enjundia al evento y belleza a su foto.
Hace unos años Peter Cossins, buen amigo de este mal anillado cuaderno, le dedicó a Isaac un viaje a Vilanova en la biblia que es el Procycling. Visitó la tienda que llevaba Ramsés y habló con Paco, el padre, sobre los entrenamientos tras moto que le daban cadencia en el Giro y en la pista.
La tragedia de Isaac fue doble, pues el ciclista con quien chocó ya no está tampoco entre nosotros. Fue Dimitri De Fauw. “Emocionalmente soy una ruina” vino a decir. Se apartó del ciclismo, dejó lo que le llenaba paulatinamente y a los tres años fue hallado muerto. Ya veis, hoy toca una de cal, son esas historias que son deporte, y nos recuerdan el riesgo que asumen estos tipos, un riesgo que al principio admites con inconsciencia y con los años te hace pensar si merece la pena.
Imagen tomada de http://home.kpn.nl/a.j.p.g.sanders/nieuwspagina.htm
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