La nueva versión de la París-Tours es la necesidad que tiene el ciclismo de reinventarse
El otoño ciclista es la estación de salida, desde Lombardía a la París-Tours, la temporada cae en interrupción, el ciclismo de carretera, en Europa, pasa a fase beta.
Y lo hará hasta el mes de febrero, cuando las primeras clásicas francesas, Mallorca y todo lo que viene detrás retome el pulso de deporte más bello en su cuna.
Porque el ciclismo luce genial en el viejo continente, y la París-Tours es un ejemplo.
El otro día, maridando ciclismo y vino en el Penedés, nos escribieron que…
…el cultivo de la viña ocupa grandes extensiones de manera ordenada que durante todo su ciclo anual permiten al ciclista disfrutar de paisajes con una belleza difícil de describir.
No en vano, siempre aparecen en las tres grandes vueltas por etapas planos interminables de helicóptero captando el paso de los ciclistas por parajes vitivinícolas.
El cultivo de la vid está ampliamente extendido por el litoral mediterráneo debido a este clima tan privilegiado que nos permite salir en bicicleta durante todo el año.
Pues que en este lado de los Pirineos lo dejen estar, que pasen página, al menos que no quieran ser pioneros de algo que no lo van a ser.
El ciclismo por caminos de viñas es el sello que los franceses le han impreso a una de sus clásicas más logenvas en una reinvención que en dos años ha resultado un éxito.
Pues hay que admitir que la París-Tours en su renovado formato es una carrera que supera una carrera ya de por sí preciosa.
Hace un año tuvimos nuestras reticencias sobre la edición que ganó el danés Kragh Andersen, uno de los infortunados de la jornada, pero vista la segunda carrera con este recorrido, podemos decir que el acierto acompaña la aventura.
Así sientan las ediciones limitadas de Endura
Porque una de las clásicas de siempre, esta París-Tours, que cayó en desgracia, fuera del World Tour y el máximo circuito, ahora es una prueba remozada con alicientes únicos para la espectador y un reto para los corredores.
«El ciclismo tiene que reinventarse para ser atractivo» dijo Eduardo Chozas en la retransmisión y tiene razón: no todo vale con tal de atraer adeptos, pero la medida de dureza de esta carrera ha dado con el punto exacto de espectáculo y dureza necesarios.
Pero si entraron casi de uno en uno y con la certeza que Naesen no quiso disputarle la plata a Terpstra -menudo añito para el neerlandés-.
La nueva París-Tours pone efecto visual y el punto de imprevisibilidad que suponen los pinchazos ¿injustos? posiblemente, pero una lotería, un azar que pone a los corredores al nivel de los ancestros.
Hace cien años ganaban carreras quien mejor neumático tenían, aquí igual.
Y esta vez, en el día que Fernando Barceló nos deslumbró entre auténticos galgos por estos terrenos, Jelle Wallays renovó la corona aquella que le birló a Voeckler hace cinco años, cuando éste se cabreó tanto que no quiso ni subir al podio a por el premio del segundo clasificado.
El ciclismo evoluciona, debe hacerlo, aunque a veces sea a costa de cosas de hace un siglo.
Foto: FB de Paris-Tours