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Ciclismo antiguo

La increíble suerte de Wim Van Est en el Aubisque

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Pocos podrían contar una caída como la de Wim Van Est en el descenso del Aubisque

Esta historia de Wim Van Est no la visteis venir.

El Tour de Francia es una competición que por mil razones siempre ha cautivado el interés de las gentes, incluso de las que habitualmente se sienten desvinculadas del deporte. El Tour tiene un sello especial, algo que nos atrae. Son muchas las anécdotas y la diversidad de acontecimientos que  nos delataron y nos delatan las grandezas y desgracias que asolan a estos  hombres intrépidos que a golpes de pedal recorren la periferia del territorio francés enzarzados en una lucha de alto contenido y valor deportivo.

Del Tour de Francia uno recuerda hechos sobresalientes que nos han llamado poderosamente  a la atención. Unos más y otros menos con  historias dignas para ser recontadas. Contemplando de cerca los contrafuertes pirenaicos, uno no puede por menos que retener en la mente un chocante suceso de los muchos que ilustran el pasado histórico de la ronda gala y que tuvimos la oportunidad de involucrarnos.

Kern Pharma

Fue un incidente que nos conmovió y que protagonizó un ciclista holandés llamado Wim Van Est, ya fallecido (mayo 2003), que tenía una gran capacidad para desenvolverse en los llanos que ofrecía la carretera. Su pedaleo, bien lo recordamos, era vivaz, destacando sobre todo cuando se pisaba un terreno sin altibajos,  cosa un tanto habitual en su tierra de procedencia, el llamado comúnmente el país de los tulipanes. Los expertos periodistas, viéndole pedalear con no poco entusiasmo, le apelaban  singularmente “la locomotora humana”.

La gloria de Van Est se centró en la Burdeos-París

Wim Van Est había nacido en la población de Fijnaart, en el mes de marzo de 1923, abarcando profesionalmente el período comprendido entre los años 1949 y 1965; es decir, dieciséis años como ciclista en activo. Con anterioridad había conseguido victorias de cierto realce en el campo reservado a los corredores aficionados. Se distinguió también muy particularmente en la especialidad de persecución individual en pista. Nos cabe hacer hincapié en concerniente a los Mundiales de esta exigente modalidad, consiguiendo alcanzar puestos de honor en Copenhague (1949) y en Milán (1955), con medalla de bronce, y en Rocourt (1950), con medalla de plata.

Tenía en su haber un buen historial en fondo en carretera, sobresaliendo con especial énfasis sus brillantes gestas plasmadas en la célebre y desaparecida Burdeos-París, una prueba clásica de alto rango internacional que los ciclistas debían salvar cubriendo la distancia nada desdeñable que oscilaba en torno a 590 kilómetros, kilómetros salvados en una sola vez, en una jornada. En la última parte de la citada prueba, los corredores afrontaban el desafío tras la estela de sendos ciclomotores puestos a su disposición por parte de los organizadores de la contienda. Van Est se permitió el lujo de vencer en tan atormentada carrera en dos ocasiones; concretamente en los años 1950 y 1952. Mientras que en 1951, debió aceptar el resultado al clasificarse en la segunda posición.

Una jornada que no hemos olvidado  

Nosotros queremos aquí rendir un homenaje a favor de Wim Van Est, en torno a una escena vivida en el corazón de los mismos Pirineos. Es un hecho que realmente nos impresionó y que nos dejó en verdad anonadados. Nos hemos de situar en la Vuelta Ciclista a Francia del año 1951, con fecha concreta: el 17 de julio. El evento acaeció en una etapa que conducía a la caravana multicolor hasta finalizar en la localidad de Tarbes. Se daba la circunstancia un tanto fortuita de que el holandés en la jornada anterior, en la ciudad de Dax, se había enfundado la simbólica y bien cotizada camiseta amarilla como líder del Tour, tras haberse adjudicado, además, la etapa en cuestión. En fin, un éxito compartido por partida doble.

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La etapa siguiente, la trascendente en el tema que nos ocupa, constituía un trance difícil al tener que franquear cuatro puertos contundentes de alta montaña colocados uno tras otro, en hilera. Era una aventura para aquel hombre procedente del país de las planicies y llano como la palma de la mano. Van Est cruzó la cima del puerto de Aubisque con una ya acentuada desventaja de doce minutos sobre varios hombres belicosos que iban pedaleando en vanguardia con el deseo de darse a conocer a los entusiastas aficionados.

El ciclista holandés se lanzó en el descenso “a tumba abierta”, tal como se suele difundir en los ámbitos de la bicicleta.  Imaginaba él que podría recuperar siquiera parte del tiempo perdido y mantener sobre sus espaldas la ilusionada camiseta amarilla. En un tramo de la bajada el holandés, empujado por su alto temperamento, prosiguió en su tentativa imprimiendo a los pedales una fuerza de alto riesgo.

Tanto fue así hasta que llegó el momento crítico, que se situaba aproximadamente a dos kilómetros de pasada la cumbre. Allí fue el punto en que la bicicleta dominó al hombre, acarreando el accidente que afectaría gravemente al belicoso corredor. En una de tantas curvas cerradas que tenía el aludido puerto, el ciclista Van Est, empujado por la celeridad del momento, salió despedido tangencialmente de la carretera para precipitarse en las profundidades y en la espesura de un angosto barranco.

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Entre la vida y la muerte o el dramatismo de una escena

Se comprobó que la altura de la caída oscilaba en más o en menos alrededor de los 70 metros. Este dato que ya de por si da cierto escalofrío fue debidamente contrastado dado que algunos rotativos aumentaron la cifra con el afán de dar mayor sensacionalismo a la noticia. Se da la circunstancia de que el belga Decock y los compatriotas españoles Langarica y Masip, en compañía de algunos seguidores y del conocido director técnico Karel Pellenaers, que capitaneaba precisamente la escuadra representativa de Holanda,  coincidieron en aquel conmovedor momento, en el punto en donde Van Est se salió y se despeñó cayendo de bruces entre piedras y matorrales. Acto seguido, se oyó la voz de alarma a los cuatro vientos, y, además, informando en primera instancia que el ciclista holandés acababa de perder la vida en aquel rincón de mundo.

Desde las alturas de la sinuosa carretera, se podía otear el cuerpo inmóvil del arrojado corredor, que permanecía pétreo en las honduras de la casi oscurecida garganta. En aquellos instantes de incertidumbre, se percibieron gritos de angustia por doquier, unos gritos desesperados que contrastaban con el silencio que suele imperar en los entornos de cualquier montaña de alto corte.

Al fin, terminada la sugestión de los primeros momentos, se vislumbró con alborozo y con evidente sorpresa que Van Est todavía estaba vivo: se movía y aún estaba a salvo. La problemática radicaba en saber cómo se le podría sacar de aquel atolladero un tanto inaccesible, de aquel agujero en el cual se encontraba acurrucado. Lo cierto fue que fue extraído e izado a la superficie de manera un tanto ingeniosa. No sabemos de quién partió la idea de poder izar hasta la superficie de la carretera al ciclista siniestrado frente a la situación planteada. Sí queremos rendir homenaje en estas páginas al hombre anónimo que facilitó la solución al problema.

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La solución: unos tubulares entrelazados

El terreno intrincado no daba para mucho, y más sabiendo que se debía actuar con suma rapidez. En la primera fase del rescate, Van Est, debidamente ayudado, pudo ascender lentamente con su propio pie. Pero para salvar el trazado final y definitivo, se logró la feliz idea de poder reunir varios tubulares de repuesto facilitados por varios mecánicos pertenecientes al servicio técnico de la prueba, que se encontraron fortuitamente en el lugar del accidente. El pelotón del Tour en aquellas alturas estaba fraccionado en pequeños grupos por la dureza manifiesta exigida en aquella etapa de tintes dantescos, que se adjudicaría, por lo demás, el italiano Severino Biagoni.

Se procedió, pues, a enlazar los tubulares disponibles uno tras otro en forma de cadena hasta llegar al lugar  en el cual se encontraba el holandés errante ¡valga la palabra! Fue rescatado prodigiosamente rodeando su cuerpo por la cintura con un último tubular, el postrero de la serie de enlace. A continuación, con la eficaz ayuda y el esfuerzo de varios improvisados asistentes, fue elevado hacia arriba hasta la altura o nivel de la misma carretera. De manera espontánea se oyeron los aplausos de las gentes allí apiñadas en el aludido lugar del siniestro. Van Est fue trasladado con urgencia en una ambulancia hasta un hospital cercano emplazado en la misma localidad de Tarbes, al objeto de recibir los  primeros   auxilios ante tan inesperada emergencia.

Conclusión

Nos sentimos muy identificados con esta historia que os acabamos de relatar. En verdad es una más de las muchas que se viven en una prueba de esta índole como es el Tour de Francia. Es motivo suficiente para elogiar la figura inconfundible del inolvidable Wim Van Est. Se trata de un acontecimiento un tanto lejano, pero de suficiente identidad para que lo expongamos hoy con particular énfasis y hasta con escondida emoción. Ese hecho, repetimos, tan cercano en nuestra mente, nos conmovió sensiblemente y hemos sentido ahora hasta cierta necesidad de poder contar esta historia a nuestros fieles lectores. Nos hemos plenamente identificado con esta página de sabor dramático y a la vez de cariz hasta milagroso. Lo hacemos como otras veces para divulgar las variadas facetas que encierra este deporte, un deporte que al mismo tiempo da cobertura a las hazañas o a los percances que algunas veces afrontaron y afrontan los sufridos atletas del pedal.

Por  Gerardo  Fuster

Imagen: Volkskrant

 

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3 Comentarios

1 Comentario

  1. Gerard

    13 de diciembre, 2015 En 15:00

    Genial artículo, sazonado por una fotografía impactante, que nos sigue hablando del ciclismo heroico de los 50.

  2. Fernando García Amorena

    10 de enero, 2016 En 11:49

    Gerardo, por fin he podido leer el genial artículo sobre Van Est. Impresionante.
    No conocía a este ciclista. Leyendo tus escritos, siempre aprendemos cosas nuevas. Nuevas historias. En este caso con una carga emocionante extraordinaria.
    Nos quedamos con una sensación de intensa admiración hacia este deporte.
    Gerardo, muchas gracias.
    Fernando

    • Ivan

      10 de enero, 2016 En 15:53

      gracias Fernando, Gerardo es una de las personas que más sabe de ciclismo en este lado de los Pirineos y aqui tenemos la suerte de deleitarnos con su sapiencia

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Ciclismo antiguo

Bartali, Coppi y Magni: 11 Giros en 20 años

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Giro de Italia Bartali Coppi JoanSeguidor
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El trío Bartali, Coppi y Magni copó el Giro durante dos décadas

Recorrer el ciclismo italiano y del Giro de Italia de los años cuarenta y cincuenta, incluso en parte los treinta, tiene tres apellidos fijos: Bartali, Coppi y Magni.

Ciclistas de todos los tiempos, muy presentes hoy en día, merecedores de un continuo recuerdo por parte de su país.

Hemos hecho un recorrido deportivo por esos tres grandes, y aquí tenéis un pequeño sumario de la grandeza que se ganaron en la carretera.

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Gino Bartali

Méritos en la carretera: dos Tours de Francia, tres Giros de Italia, cuatro Milán-Sanremo, tres Giros de Lombardía, 91 victorias  en su haber y un largo etc.…

Méritos civiles: Grande ufficiale dell’Ordine al merito della Reppublica Italiana, Cavaliere di gran Croce dell’Ordine al Merito della Reppublica Italiana, Medaglia d’Oro al Merito Civile.

Sobran palabras al hablar de este Campeonissimo.

Si su palmarés asombra, más aún lo hace la historia en la que consiguió salvar nada más y nada menos que a 800 judíos italianos de ser deportados a campos de concentración en Alemania, lo que le valió ser declarado «Justo entre las naciones» por Yad Vashem, la Agencia Nacional de Memoria del Holocausto.

En el Giro que salió de Israel esta historia fue muy celebrada.

Hablamos de un ciclista y de una persona en mayúsculas.

En la clasificación de los 100 mejores ciclistas de todos los tiempos se encuentra sexto.

Sus duelos con Fausto Coppi serán recordados por siempre como los más bellos en la historia del Giro.

Una vez retirado fue director del equipo San Pellegrino con Coppi bajo sus órdenes y luego comentarista de la RAI.

Su hija Andrea Bartali dijo en una ocasión sobre lo que hizo su padre con los judíos:

«Mi padre era un católico ferviente. Casi nunca nos habló de lo que hizo durante la guerra. Decía tan solo que “en la vida, esas cosas se hacen y basta”.

Estas palabras nos dan una idea la clase de persona que era Bartali.

Un ataque al corazón lo dejó sin vida en Florencia en el año 2000.

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Castellania, provincia de Alessandria, debería estar de fiesta siempre porque aquí nació otro de los Campeonissimos.

A los 8 años tiene su primera bicicleta que utiliza para trabajar de repartidor, en 1937 conoce a Biagio Cavanna, su descubridor.

Se hace difícil saber por dónde empezar con Fausto, si por el récord de la hora, sobre en ser el primer corredor de la historia en ganar en el mismo año Giro y Tour…

Para siempre se pueden admirar, estelas de honor en su memoria en el StelvioPordoi y en el Col de Larche.

En 1965 la “Cima Coppi” aparece por primera vez en el Giro para designar la cima más alta de esa edición.

También hay un monumento en Turín a su memoria y en esa misma ciudad un estadio de ciclismo lleva su nombre.

Número tres en la clasificación de los 100 mejores ciclistas de la historia… su récord de la hora en el velódromo Vigorelli de Milán, 45.871km, duró 24 años hasta que Jacques Anquetil se lo arrebató.

Hablar de Coppi es hablar de Bianchi, diez años duró su unión.

En su primer año gana la Milán-Sanremo con una superioridad insultante, el segundo clasificado llegó a 14 min.

El periodista Nicolò Carosio  lo narraba así:

Primer clasificado, Fausto Coppi, en espera del segundo transmitimos música de baile

En 1949 gana Milán-Sanremo, Giro d Lombardía y Giro de Italia.

En ese Giro cobra vida una de sus hazañas más célebres: 192 km de escapada y victoria de etapa. Mario Ferretti en su crónica del día pronunciaría una frase que pasaría a la posteridad:

Un hombre solo al comando, su maillot es blanco y celeste. Su nombre, Fausto Coppi»

Es pentacampeón del Giro, doble vencedor del Tour, campeón del mundo de ciclismo en ruta, récord de la hora, campeón de Italia, campeón de la Paris-Roubaix, Flecha Valona y un largo etc.…

Con 40 años, víctima de la malaria, fallecía en Tortona.

Fiorenzo Magni

Considerado el tercer hombre al saberse por detrás de Coppi y Bartali. Nace en 1920 en Vaiano.

Tres Giros de Italia, otros Tours de Flanders, consecutivos ganando la denominación de “Leone delle Fiandre”, campeón de Italia, primer ciclista en ganar etapas en las tres grandes vueltas en diferentes años, segundo en el campeonato mundial en ruta.

Con 35 años es el ganador de un Giro con más edad.

En 1946 no puede competir por su adhesión al fascismo y por competir bajo un nombre falso.

También será recordado por correr la edición del Giro de 1956 con una fractura de hombro sosteniendo el manillar a través de un tubular entre los dientes.

En 2004 fue galardonado con el collar de oro al mérito deportivo.

En 2012 murió a causa de un aneurisma.

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Ciclismo antiguo

Giro: Gianni Bugno, sólo hubo uno

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El dominio total de Bugno en el Giro no ha vuelto a suceder

Cuando el Giro arrancó el otro día en Turín, una de las grandes dudas residía en si Tadej Pogacar iba a ser capaz de completar la carrera de rosa de inicio a fin como lo hiciera Gianni Bugno, por última vez, hace 34 años.

Desde entonces quien más se aproximo fue Tony Rominger, líder a la segunda etapa y por el momento Pogacar está camino de igualar al suizo.

Pero como Bugno en el Giro, sólo hubo uno, con una edición marcada por el domino total de un ciclista que, a puertas de los 26 años, prometía mucho, muchísimo.

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Aquella edición arrancó en Bari con una crono de kilómetros en la que el italiano, nacido en Suiza, ya se puso líder por delante del gran especialista en distancias cortas Thierry Marie.

Empezó ahí un tour en rosa por toda Italia, con momentos especialmente significativos, como la etapa que acabó en Vallombrosa, en la que se impuso por delante de Piotr Ugrumov y Charlie Mottet vestido de rosa.

A los pocos días, en mitad de la carrera, en una crono de 68 kilometrazos no ganaba, lo hacía aquel ciclista calvo llamado Luca Gelfi, pero sacaba una renta casi definitiva a sus rivales, en especial al citado Mottet, pero también al reciente ganador de la Vuelta, Marco Giovanetti, y Marino Lejarreta.

Era como si cada vez que todos esperaban que Bugno flaqueara, éste redoblaba su apuesta y lograba sorprender.

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En los Dolomitas, hubo más de lo mismo y para la historia quedó esa foto que ilustra el artículo, la de su cabalgada con Charly Mottet hasta la cima del Pordoi, a donde llegaron con más de dos minutos sobre el resto.

Y es que llovía sobre mojado, cada etapa abría un poco más la diferencia a favor de un ciclista que no tuvo ningún momento flojo en tres semanas.

La guinda llegó en la crono de Varese, 40 kilómetros en las vísperas de Milán en los que les cayó otro minuto largo a sus rivales.

Gianni Bugno ganó el Giro de Italia 1990 con seis minutos y medio sobre Mottet y más de nueve frente a Giovanetti.

Fue una victoria que, como él mismo planteó, se fraguó a diario, cada jornada se disputaba una especie de clásica, totalmente separada del resto con el único vínculo de vestir de rosa cada día.

Incluso en su prime más prime, Bugno se demostró como un corredor que esquivaba la pompa y los grandes titulares: «No me llaméis campeón -decía- eso sería ofender a Bartali, Coppi y otros«.

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Ciclismo antiguo

Alpe d´Huez, Indurain, Bugno…

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En Alpe d´Huez quedó claro que el Tour 91 era cosa de Miguel Indurain

Igual que el otro día os recordé el simbolismo de la subida al Tourmalet en el Tour 91, y ahora el algoritmo me pone la subida a Alpe d´Huez en el primer Tour de Miguel Indurain.

A diferencia del Tourmalet, aquí la retransmisión es 100% la de Televisión Española, con el recordado Pedro González acompañado por Andrés Pizarro, dos clásicos de los noventa.

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Hasta su fallecimiento, Pedro González y su formidable habilidad para no dejar a nadie indiferente en la retransmisión fue un fijo aquellos años, salvo 1992, cuando una accidente le dio protagonismo al chico de la moto, un tal Carlos de Andrés, quien siempre podrá decir que narró la increíble etapa de Sestriere y la crono de Luxemburgo, en 1992.

Pero volvamos a Alpe d´Huez y al grupo de grandes nombres que rodeaban a Miguel Indurain aquella tarde de julio.

En un Tour que no se destacó por tener una gran cantidad de jornadas de montaña, la cima de los 21 virajes quedaba como el principal escollo para Miguel Indurain,

Gianni Bugno lo sabía y tomó el mando durante gran parte de la subida, tentando las opciones de un maillot amarillo en honor a la verdad estuvo imperial.

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Aquella jornada fue muy buena en Banesto, hoy Movistar. 

A la solidez de Miguel Indurain se le añadía el mejor Jeff Bernard que recuerdo, para mí uno de los ciclistas de culto más evidentes de la historia, y Pedro Delgado, de menos a más, acabando muy cerca de los mejores y en el mismo grupo que Claudio Chiapucci.

La retransmisión es una joya y recuerda lo mucho que se chinaban los narradores en este lado de los Pirineos con la desesperante realización francesa, siempre tan atenta a buscar a los suyos y eso que ese día un agónico Luc Leblanc se dejó la vida para no perder la rueda de los dos mejores.

 

Imagen: @davidguenel

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Ciclismo antiguo

Marchas cicloturistas que peligran, Mathieu Hermans y un avance de Ciclosferia

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Mathieu Hermans resultó uno de los grandes velocistas de los 80 e inicios de los 90

Muchos no lo recordarán pero la historia ciclista de Mathieu Hermans fue la de un neerlandés que llegó a España y se buscó la vida en un ciclismo lejano al suyo, sabiéndose buscar un hueco y resultando uno de los mejores velocistas de finales de la década de los 80 e inicios de los 90

Mathieu Hermans llegó a ganar seis etapas en la Vuelta a España y tiene también su premio en el Tour de Francia.

Hoy es uno de los grandes responsables de la firma de ropa ciclista Bioracer y un muy buen conversador de ciclismo de entonces y de ahora.

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Con él arrancamos un podcast en el que nos hicimos eco de una de las encuestas que nos gusta lanzar a nuestros seguidores.

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Y es que sorprende que tanta gente no tenga previsto hacer una marcha cicloturista este año.

Bueno, sorprende a medias, porque la deriva de algunas pruebas emblemáticas en manos de empresas que priman el resultado económico a la calidad está empezando a pasar factura.

También aprovechamos para que el editor de Ciclosfera, Rafa Vidiella, nos cuente qué preparan para la Ciclosferia de Valencia, en un par de semanas, y Andrea nos explica lo mucho que pesa la figura de Marco Pantani en la Emilia Romagna más ciclista.

 

En este capítulo:

0:18 Presentación.
0:58 Entrevista con Mathieu Hermans
29:48 A cuchillo: ¿Correrás una marcha cicloturista este año?
44:42 Rafael Vidiella nos presenta Ciclosferia
1:00:18 La Emilia Romagna, la tierra de Marco Pantani

 

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